Asteroide B612

Soy un montón de cosas, parte de este Universo y como tal, parte de ustedes y viceversa. Un poco de socióloga,filósofa, escritora, poeta, pintora. Soy humana y toda la dimensión que implica esa palabra.

domingo, 5 de agosto de 2007

¿La Trivialidad es realmente Trivial?

¿La Trivialidad es realmente Trivial?


Por Aurora Suárez


Aún, con un poco de sabor amargo entre los labios, continúo dándole vueltas innecesarias a una concepción que me ha permitido sobrevivir de las demoliciones que de vez en cuando nos “regala” la vida a las personas. Estoy convencida que las verdaderas relaciones (amigo/a, pareja o familiar) basadas en el amor no pueden, ni deben, tener como base fundamental, lo intelectual. Aunque citaré textualmente palabras de una persona, por cierto un intelectual que ha hecho declaración de amor pública: “ya he tenido bastante amor en la vida y no me interesaba eso más”. Me dije a mi misma: Entonces, este tipo, nunca ha amado. Comencé a reflexionar y decido compartir algunas cosas de esas con ustedes. Trataré sobre las relaciones entre intelectuales, ya que existen otras como las derivadas de la tecnología, por ejemplo, que forman parte del nuevo modo de vida como consecuencia del sistema. Relaciones para mi despersonalizantes e inhumanas, aunque se diga que nos acercan (como el INTERNET).

Las “personas adultas”, como muy bien las definía El Principito, en su mayoría se preocupan por saber qué poseen materialmente. En otras palabras qué hemos logrado concretamente. También, la pérdida de la imaginación, de las simplezas más bellas que nos rodean, esas “trivialidades” como algunos señalan. Trivialidades con las que una/uno puede construir hasta una metafísica de la vida cotidiana. Comentar lo linda que está la tarde mientras se camina o bien, preocuparnos un poco de cómo se encuentra dentro de sí el otro/la otra. El debate diario por estar informado de “todo”, constituirse o mantenerse intentando ser esfinge intelectual pecando de excesos que conducen a romper el hilo mágico que une a dos personas o a más, resulta aberrante. Para muchos/as, les es imposible compartir un almuerzo o café por la tarde sin entrar en una competencia férrea sobre sus posiciones filosóficas o teóricas, siempre en un vaivén sin resolver los problemas de la sociedad.

Concluyen la velada, pasando desapercibido entre los interlocutores el sabor de la comida, el ambiente del lugar, las pinturas en las paredes, la música etc. Como dos ausentes de este mundo, de ellos/as mismos/as, en la búsqueda de conocimiento total, ése, deconstruido y reconstruido constantemente, pero en definitiva casi el mismo en el mundo occidental. A diferencia de la cultura oriental que posee y cultiva una gran sabiduría sobre la vida. No es problema para estas sociedades (hablando del individuo) la izquierda de hoy o las nuevas corrientes filosóficas. El disfrute es un ritual profundamente espiritual. Es simple, estar bien en principio consigo mismo y con lo que rodea. No divorciarse de la naturaleza, sino casarse con ella y serle un buen amante.

Y uno de los grandes conflictos o quizás características de la mayoría (por no decir casi todos) los intelectuales es la pobreza y vacío humano, todo lo que huele a valores o principios como la solidaridad, el amor (Carlos Martínez Rivas escribió que era mejor matarlo antes que naciera) y todos esos pequeños ingredientes que nos hacen saltar una sonrisa libre cuando montamos a un bus, le compramos a una viejita cajetas o vemos nacer el primer fruto del árbol que plantamos en nuestro patio pertenecen al mundo de los soñadores o utópicos en el mejor de los casos de la descalificación.

El criticismo es su pan nuestro de cada día para existir, como un medio para ser reconocidos. Señalan al Sistema pero se arrodillan ante él cuando les “reconocen” con esas tablitas de maderas con placas doradas, medallitas o papelitos papel cebolla que les entregan de vez en cuando, para callarlos un rato o contar con su alianza. Pero entre estos, están los más radicales, aquellos conscientes que nunca serán premiados con esas cositas y su carrera por mantenerse sobre el tapete del debate y auto reconocerse les convierte en monstruos crueles y cínicos. Además, su originalidad que nos venden deviene fundamentalmente de los pensadores alemanes y franceses fundamentalmente. Y constantemente están afirmando que piensan de este lado del charco.

Olvidan, pese a sus profundas reflexiones que la existencia social debe ser humana. El planeta para ellos es un desierto de Sahara, no existe nada, solamente ellos y sus verdades circulares (negación vs aceptación y viceversa en las corrientes y teorías). Caminan sin saborear la belleza de la vida, el encanto de los paisajes, las mañanas musicales de las aves, despojados de amor pero sí esperando recibirlo, desconocen el nombre de los árboles, cómo encantarse con el eclipse del siglo sin que medie una explicación sobre el “hecho” desde el punto de vista científico…y tantas otras más, que para ellos no existen,

Las trivialidades son importantes en esta vida, aunque para este grupo de gente (por favor no se ofendan, son gente común y corriente) ese concepto pertenecen al mundo de los “desilustrados”. Desconocen que son todas esas pequeñas cosas como la canción de Serrat, las que realmente nos permiten sentirnos vivos, volar como las mariposas, no para “escalar” o estar en el “rating” sino para descubrir una nueva sensación, el momento tranquilo, la inmensidad de ese todo llamado naturaleza.

Me parece que les hace falta remontarse a los primeros griegos, maestros en la búsqueda del justo medio en un sabio cultivo de los placeres, en el buen sentido de la palabra.

La vida, las relaciones, no son discursos, para eso nos bastan y sobran con los políticos, son realidades. La vivencia es tangencial.

Prefiero a veces estar desinformada, deseo no perder el hábito de disfrutar mi respirar, alimentarme o simple y sencillamente disfrutar de una buena combinación de “lo pensante” y “lo trivial”.Es decir no olvidar contarles las gracias de mi nieto, mi nueva opción laboral y también compartir mi opinión sobre el último libro que leí. Hablar mis amores y soledades a las personas que quiero. Porque como escribió Ernesto Mejía Sánchez en su poema Sobremesa: “Una mancha de vino sobre el mantel me/ recordó Paris, unas horas que nadie/ me podrá disputar mientras viva.”

Para concluir, feliz de haber escrito estas palabras triviales, retomo a uno de mis autores preferidos Pierre Sansot con esta frase: “… para alcanzar la felicidad hay que interesarse creativamente por el instante, por el Otro, en definitiva por el mundo. Un verdadero arte de vivir”.

Enero, 2007


1 comentario:

Carlos Luján Andrade dijo...

Preciso y al punto, con trasfondo poético tu articulo.