Asteroide B612

Soy un montón de cosas, parte de este Universo y como tal, parte de ustedes y viceversa. Un poco de socióloga,filósofa, escritora, poeta, pintora. Soy humana y toda la dimensión que implica esa palabra.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Mis mejores deseos

por Aurora Suárez
AÑO NUEVO

Unas veces nos desgastamos tanto y nos diluimos en banalidades que nos han hecho creer que son importantes y lo que nos comienza a atrapar lentamente para convertirme de nuevo en aquello que a su tiempo observamos como el andar del revoloteo de mariposas o la luz incesante esperando por lo que simple y sencillamente vivo: Aprendiendo lo no vivido, desempolvando los buenos amores, lanzando al agua los frascos de lágrimas guardadas, pidiéndole a lo cristalino del río que proyecte mi sonrisa después de aquel primer beso y la energía a mi cuerpo cuando hice el amor por vez primera.

Pido a la vida, reencantarme siempre de mis libros de cabecera, sabidurías sin fin; no dejar de decir lo que pienso y siento y seguir rebelándome ante el poder. Amar el calor de mi hombre-amante-novio (¡no sé cómo llamarle¡) en la cama, sus ronquidos, pereza matutina, sexo maduro y encanto de niño. Deseo colmarme, de la sencillez del campo, la ingenuidad de un principesco (mi nieto), la inocencia de un buen cristiano y la dignidad de un revolucionario que la historia no recuerda.

Les confieso que marco o señalo como año nuevo en el calendario, la fecha de mi cumpleaños. El "otro" año nuevo, el impuesto por la cultura occidental en principio, y reforzado por el capitalismo: no es el mío. Ni modo, me sumo a él para compartirlo con Ustedes (aunque escépticamente) y es por ello que deseo enviarles y desearles un montón de cosas lindas, entre ellas, compartir un secreto (no creo en promesas) con Ustedes...dedicarme más a esta página para que me continúen conociendo quienes ya lo han hecho ¡Que la pasen bien¡ Abrazos y...Feliz Año Nuevo.

Ya te seguiremos, Alvaro, pero sin prisas

AUNQUE NO TENGAMOS PRISA, YA TE SEGUIREMOS, ÁLVARO

Por Aurora Suárez y Freddy Quezada

La muerte desde hace tiempo no nos sorprende, sólo el inmenso dolor que confiere cuando se manifiesta: impredecible, a veces inmensurable o bien, pasajero. Hemos criticado desde siempre, el hecho de ensalzar a las personas que mueren. Generalmente, son disparos repentinos de letanías ensalzantes de sus virtudes y defectos cuando en vida o lo más común, sobre su legado profesional, intelectual y político…y muy poco, sobre el lado humano, como si el único fin y fruto de la vida se redujera a lo primero. Es decir, las personas desilustradas, sin registros inventivos o carreras radiantes, parecieran no ser importantes.

Violentando todas esas normas, más bien les llamaríamos “vicios sociales” que nos escinden, queremos compartir el otro lado de Álvaro, nuestro amigo y hermano en principio; gran poeta, crítico y pensador. En el Museo de Rivas, donde se efectuó su vela le acompañaron familiares, amistades de siempre, letrados rivenses y cinco amigos de Managua. Fue una noche extraña, de esas indefinibles. Un volver atrás a los tiempos coloniales, marcados por la reverencia y los formalismos, sin excesos de ninguna índole, silente, discreta. Una noche reencarnando al Álvaro-niño, Álvaro-adolescente; apartado, atrapado por la lectura y las reflexiones, escuchando el rumor lejano del Lago arrastrado por el viento. Muchos pensarán en este preciso momento: ¡Nada que ver esa vela con Álvaro¡ Algunos que realmente lo conocimos además por el “otro lado”; desde sus tristezas, angustias y soledades, experimentamos placer porque estábamos compartiendo con él, esa comunión familiar, íntima, a como fue su vida personal. No la de noches bohemias, amaneceres sin sol, adulaciones frías, comidas heladas de la fritanga, promesas no cumplidas o conversaciones encasilladas en lo estrictamente intelectual. No la de las Instituciones o élites poéticas e intelectuales que reverdecían con su presencia pero que estuvieron ausentes en los últimos tiempos. Esos y ésas, no estaban.

¿Cómo eras realmente? El de las confesiones telefónicas matutinas o nocturnas para darle aliento a tu vida, amante del té frío de durazno o rosa de jamaica compartidos con placer, el depositario de secretos y conspiraciones dichas al oído, el disfrute en conocer la magia cibernética, la pasión por la lectura (Cioran, fue una de sus últimas adicciones), el disfrute de la comida (sin límites, sobretodo la italiana) la fabricación de caricaturas verbales (apodos, a como “decentemente” les llama Iván Uriarte), la pasión por la música (desde Erick Clapton, pasando por el Bossa Nova, Piazzolla hasta Silvio Rodríguez), la sencillez de compartir con alegría sus últimos poemas, llevándolos bajo el brazo, todavía con tachones para leérnoslos, reconocer las virtudes humanas, ser la intersección de los mundos que deambulan en el espacio de la poesía nicaragüense, el desinterés por figurar y el no dejarse seducir por el poder. Enseñarnos a saborear la poesía, comerla hasta la saciedad. Desnudarse ante todos a través de ella, como es el caso de su última obra “Tierra sin tiempo”, esencialmente premonitorio: su encuentro, aceptación o resignación ante la muerte, a la que no temía pero, si sabía que tenía cosas pendientes aún por producir.

De eso quedamos claros, los muy cercanos a él. Álvaro se encontraba en un momento muy cercano al clímax de su consagración como un gran poeta y pensador. En la presentación del último libro de Iván Uriarte, su crítica literaria fue más que eso, una lectura filosófica de la misma. Rompió con el mito filosofía vs. poesía, basado en la frase de la Zambrano que dice algo así: “el filósofo busca, el poeta encuentra”.

Resulta imposible en este escrito, emergido desde lo más profundo, omitir comentarios sobre la filosofía de Álvaro. Se podría decir que terminó anclada cada vez más en un placer y un dolor situados simultáneamente en ambos cuadrantes. Tal testimonio se puede identificar en “Tierra sin tiempo”, el que explicaría su afición postrera por Cioran y la búsqueda religiosa de un sentido. Encontrar el dolor sadiano de un placer no obtenido (Fémina Suite), y el placer cristiano de un sacrificio buscado (La corona de espinas). Uno en el otro, y el otro en uno.

¿Han visto esa película de Scorsese, “Los Infiltrados”, donde el “malo” (Matt Damon) dentro de los “buenos”, llama al “bueno” (Leonardo Di Caprio) dentro de los “malos” y ambos saben quién está detrás de cada celular, pero no se dicen absolutamente nada? Como si el yin yan estuviera a la escucha de sí mismo. Se abre entonces un silencio, poético y terrible, como el que usa Álvaro para descargar “Tierra sin tiempo”. Ese silencio de Scorsese, es la autopoiesis de Álvaro (al fin y al cabo, artistas ambos). Ese silencio creador es el instante en que se instalan los seres sencillos y los poetas, desde donde nos llaman y a donde seguramente parten cuando mueren.

Otro aspecto en la obra alvariana, es el tiempo; una de las razones por las que creemos que no se pueden conocer a los demás. Es el tiempo autopoiético que pasa, destruye y crea a la vez, anulando los conceptos de los que quedamos colgados los intelectuales, mientras los objetos se mudan, nos ignoran, nos incorporan, nos mezclan, nos trituran, nos cambian y luego vuelven a aparecer irreconocibles, en el momento en que todavía seguimos con ellos, creyéndolos sólidos. “Nunca nadie termina de redondear lo suyo/, la intransferible historia/, las formas del enigma/, la esperanza de antemano incendiada. (…) El tiempo pasa sin pronunciar su juicio (…) y siempre en despedida!


Sólo nos resta decir querido amigo y hermano, que fuiste simple y sencillamente un hombre bello. Ya te seguiremos inexorablemente, aunque no tenemos prisa, Alvarito: Nuestro cariño, admiración y respeto para vos por siempre.

martes, 4 de diciembre de 2007

La importancia de los no importantes

¡Hola amigas y amigos¡ Después de mucho tiempo fuera de "órbita" por razones laborales sobre lo cual escribiré algo un día de estos, quiero compartir con Ustedes un artículo de Frei Betto, que creo es de utilidad para la reflexión en esta época atrapada por el consumismo. Saludes y que estén bien.


La importancia de los no importantes

Frei Betto

En tiempos prenavideños, en los que los autores plagian a Voltaire y pregonan que Dios no pasa de ser un delirio de nuestras mentes, merece la pena recordar lo que dijo Dostoievski en el siglo 19: “Aunque me probaran que Jesús no estaba en la verdad, yo me quedaría con Jesús”.

Jesús tuvo muy poca importancia en su época, excepto para el grupo de sus discípulos. Fue un hombre desprovisto de valor agregado. Le agregan valor a una persona la función que ocupa (véase a los políticos), los que bienes que tiene (véase a los ricos), los títulos que ostenta (véase a los nobles y a los académicos), su lugar de origen (nacer en París o en Nueva York es, según algunos, mejor que nacer en Santana do Capim Seco).

En tiempos pasados el lugar de origen hacía las veces de apellido. Los evangelios se refieren a Jesús de Nazaret. ¿Qué importancia tenía Nazaret, pueblo al sur de Galilea? Era una pequeña aldea campesina de entre 200 y 400 habitantes, donde se cultivaban olivos, viñas y granos, como trigo y cebada. Sus casas eran de piedras rústicas amontonadas unas sobre otras, revestidas de barro o arcilla, o incluso de estiércol mezclado con paja para favorecer el aislamiento térmico.

La existencia de Nazaret nunca fue mencionada por los rabinos judíos en la Mixná o en el Talmud, aunque en ellos se citen otros 63 pueblos de Galilea. El historiador judío Flavio Josefo, del siglo 1º, cita 45 localidades de Galilea y no aparece Nazaret. Así como tampoco figura en todo el Antiguo Testamento. El catálogo bíblico de las tribus de Zabulón enumera 15 localidades de la Baja Galilea, próxima a Nazaret, pero ésta no es citada (Josué 19,10-15).

Nazaret era un lugar tan insignificante que Natanael, invitado a hacerse discípulo “de aquel del que escribieron Moisés, en la Ley, y los profetas: Jesús, el hijo de José, de Nazaret”, pregunta con ironía: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Juan 1,45-46).

Nazaret dista un poco menos de 17 kilómetros de Séforis, que fue capital de Galilea antes de que Herodes Antipas construyera su Brasilia de la época en homenaje al emperador Tiberio César: Tiberíades, en la orilla del lago de Galilea. Es probable que José y su hijo Jesús hayan trabajado en las construcciones de Séforis y Tiberíades. Es curioso constatar que Jesús nunca se quedó en esta última ciudad, a pesar de que se le vio con frecuencia en otras localidades de la orilla del lago, como Cafarnaum. Quizás la ostentación de la capital de Galilea le causara repulsa.

La misma familia de Jesús no lo miraba con buenos ojos, como sucede con relación a los hijos que se evaden de las previsiones paternas. Según Marcos (3,19-21), cuando Jesús regresó a casa “se apiñó la multitud, hasta el punto de que no podían ni comer”. Y cuando los suyos se dieron cuenta de eso salieron para llevárselo porque decían que había ‘enloquecido’. Para la cultura de la época, enfermedad y posesión del demonio eran casi sinónimos.

Y prosigue Marcos, el primer evangelista: “Entonces llegaron la madre y sus hermanos y, quedándose fuera, mandaron a llamarlo. Había una multitud sentada a su alrededor. Le dijeron: ‘Tu madre y tus hermanos y hermanas están fuera y te buscan’. Él preguntó: ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ Y recorriendo con la vista a los que estaban sentados a su alrededor dijo: ‘Quien hace la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’” (3,31-35).

El intento de difamar a Jesús es permanente. A fines del siglo 2º Celso, filósofo griego, escribió contra el cristianismo en defensa del paganismo: “Imaginemos lo que algún judío -sobre todo si es filósofo- podría preguntarle a Jesús: “¿No es cierto, buen señor, que usted inventó la historia de su nacimiento de una virgen para acallar los rumores acerca de las verdaderas y desagradables circunstancias de su origen? ¿No es cierto que, lejos de haber nacido en Belén, ciudad real de David, usted nació en un lugarejo pobre de una mujer que se ganaba la vida en un telar? ¿No es cierto que cuando su mentira fue descubierta, conociéndose que fue preñada por un soldado romano llamado Pantera, su marido, un carpintero, la abandonó bajo la acusación de adulterio? ¿No es cierto que, a causa de eso, en su desgracia anduvo errante lejos de su hogar y dio a luz un niño en silencio y en humillación? ¿Qué más? ¿No es cierto también que usted fue a Egipto a trabajar, aprendió hechicería y se hizo conocido por ello, hasta el punto de que ahora se exhibe entre sus paisanos?”

Vamos a entrar en el Adviento. ¿A quién esperamos? ¿A un joven ‘loco’ oriundo de una localidad insignificante o a Dios Salvador? La respuesta es sencilla; basta con mirar alrededor y preguntarnos qué importancia le damos a los actuales ‘nazarenos’: los sin tierra y los sin techo, los oprimidos y encarcelados, los funcionarios subalternos y las personas sin valor agregado. Según Mateo 25,31-46, en ellos es donde Jesús quiere ser reconocido, servido y amado. Es a través de ellos como el Dios Salvador entra en nuestras vidas.

- Frei Betto es escritor, autor de “El arte de sembrar estrellas”, entre otros libros.

Traducción de J.L.Burguet

ALAI, América Latina en Movimiento
2007-12-02

miércoles, 31 de octubre de 2007

La corriente Slowdown: ¿Un paradigma o la otra cara de la globalización?

La corriente Slowdown: ¿Un paradigma o la otra cara de la globalización?

Por Aurora Suárez

A mi nieto que amo, para que no le absorba el sistema y la vida no pase por encima de él.



El sofoque que a diario nos imponemos, ya sea por sentirnos útiles, protagónicos, operativos, aparentemente felices, triunfantes o sobrevivientes de todo el destejido social, económico y político que nos rodea O bien, obviar la vida misma que “sentimos escaparse de nuestras manos” (¿o ella cansada de esperarnos, nos deja?), hicieron detenerme a observar a través de los cristales humedecidos por la lluvia en mi casa y reflexionar sobre la primera frase que una lee cuando comienza el libro sobre el Elogio de la Lentitud (Honoré, Carl. RBA, 2005): “Toda la infelicidad de los hombres proviene de una sola cosa: no saber estar inactivos dentro de una habitación” (Pascal).

Su autor Carl Honoré, historiador y periodista canadiense radicado en Londres y conocido como un “gurú antiprisa”, generó a partir de su publicación todo un movimiento social y cultural a nivel mundial: “slowdown”. Es el fundador y líder de esta corriente. Nos remite a la lentitud, que no significa pasividad o inactividad, más bien una cultura de recuperación del tiempo para las costumbres, disfrutes y valores tan importantes para el ser humano como son: la familia, el trabajo, la comida, la educación y el sexo. Para poder hacer más y mejor. Es la contraposición a la cultura “fast”; la esencia al estilo “Guerlain” de la cultura globalizante.

No sé por qué, él me remitió a un Pierre Sansot postmoderno, quien con su libro Del buen uso de la lentitud (Edit.Tusquets.1998), para muchos, extemporáneo por sus postulados filosóficos redentores de los primeros griegos (la búsqueda del equilibrio en un sabio cultivo de los placeres), nos toma de la mano para descubrir la felicidad, entre una de ellas el escribir: “Escribir: para que poco a poco se abra paso en nosotros la verdad”. Es uno de los placeres más grandes sí se sabe hacer, nos conduce a la felicidad y a desentrañarnos hasta perdernos en la nada y el todo a la vez. Pero su relación con Honoré la encierra esta frase: “El actuar, que supera las fronteras del trabajo, se presenta hoy como un valor superior, como si, por no actuar, un individuo se extenuara y desapareciera. Por eso los soñadores, los que contemplan o rezan, los que aman silenciosamente o se contentan con el placer de existir, molestan y son estigmatizados”.

Como una cadena que entreteje la memoria, esta visionar que gira alrededor de la “cotidaneidad reflexiva”, le llamaría yo, me evoca instintivamente al libro “El Filósofo y el Monje”, que recoge un diálogo profundo entre un padre, el filósofo Jean-François Revel (1924-2006) y su hijo, el monje Matthieu Ricard (ex doctor en biología molecular quien decidió cambiar su vida por el budismo); las riquezas de cada una de sus ideas y creencias y la contraposición con la ciencia, la tecnología, entre otras cosas. Antoine Lutz, doctor en ciencias cognitivas ha desarrollado prácticas – aclaro, no como que fueran ratones de laboratorio -, con varios monjes tibetanos y el resultado de sus estudios demuestran imágenes cerebrales de los lamas durante la meditación y las regiones del cerebro que estarían relacionadas con la felicidad y como éstas, aumentan su actividad mientras la practican. Y, a mayor cultivo y frecuencia de la meditación es mayor la actividad cerebral en esas zonas.

¿Por qué Revel y Ricard y Sansot? El “slowdown”: Es un cambio cultural enfocado a reducir la velocidad con que se desarrolla la vida actual. Sus principales propuestas son tomar conscientemente el control del tiempo en lugar de ser gobernados totalmente por éste y encontrar un balance entre la tecnología actual, que nos ahorra tiempo, y el tomarse tiempo para disfrutar de la vida y de la convivencia con otras personas.

Como toda corriente filosófica, cultural, sociológica u otra, no es más que la sumatoria del pasado y presente. La inclinación natural mesiánica humana de fabricar ideas, conceptos y paradigmas como “algo” nuevo. Ello, forma parte del actual entramado cultural, el escape imaginario a lo buscado y encontrado (pues, ya se tiene y no se quiere ver). Los orientales practican a su manera el “slowdown”, muchos occidentales sobrevivientes del naufragio humano, el campesinado por ejemplo, saben y viven del disfrute de la vida, en la mayoría de los casos, sin saberlo.

¿Quién no podría ser feliz caminando en las montañas del departamento de río San Juan, sentarse en un tronco, ver la inmensidad de lo que formamos parte, escuchar solo los sonidos de la vida y nuestro latir pese al cansancio por el trabajo? ¿Disfrutar de la comida, consumirla paso a paso identificando cada sabor? ¿Amar plenamente sin ningún estimulante y con todo el tiempo y las formas del mundo? ¿Quién no puede? Solo la persona atrapada en la tela de araña llamada globalización, sus amantes incondicionales, los nuevos alienados.

Es necesario, detener el tiempo por momentos. Decidirse, a apagar el televisor, la computadora, el celular, olvidarse de los hot-dogs, salir a caminar, reaprender a dar un beso. ¿Desde hace cuánto no hacemos eso?

¡Felicidades Globalización¡ Tu naturaleza engendró quizás su última paradoja: la lentitud, que con las “otras”, las ocultas como la migración, la colonialidad, la fragmentación, la diferencia, la subalternidad y la espiritualidad (entre tantas), juntas terminarán derrumbándote. Concluyo citando a Honoré: ¿Quién ganó la carrera, la tortuga o la liebre?

domingo, 30 de septiembre de 2007

"Elogio de la Incultura"

Comparto esta pequeña joyita con Ustedes, para que decidan qué quieren ser en estas vidas...


Elogio de la incultura
Jaime Richard


La primera premisa del silogismo improvisado que hago hoy no tiene refutación: el fin del ser humano sobre la vida es ser feliz, pro­curarse felicidad a todo trance. Las maneras de entender la felicidad son variopintas, pero al final todos pensamos igual al manejar esa noción...

Dicho lo cual, pasemos a la segunda premisa, ésa que ya no es un axioma sino algo que hay que fabricar. Empezaré por aquí antes de formularla para ayudarme a encontrarla: ¿quién ha dicho, que el humano culto, cultivado, leído, preocupado por el saber es más feliz que su oponente, el ignorante, el inculto? Lo primero con lo que ha de contar el culto, el ilustrado, para serlo, es con tener la vida mate­rial resuelta. Pues... si ha de dedicar sus energías a lograrlo puede sucumbir en el intento y nunca tendrá la sensación básica para sen­tir felicidad que es la independencia, la autonomía, la certeza de que mañana va a poder pagar la hipoteca o el alquiler, o de que no vaya a tener una nueva bronca descomunal en casa de quienes le aco­gen pero le acusan de que no quiere trabajar cuando no hace otra cosa. que buscar trabajo... Siempre he dicho que desear con vehemencia algo es una manera de poseerlo. Pero en este caso esta alentadora y resigna­dora formulación es inoperante.

Parece que esta maravillosa iluminación me ha venido más o me­nos con mi cumpleaños. Después de haberme pasado la vida ado­rando a los clásicos y celebrando la inteligencia, amando la cultura y el saber, he llegado a una conclusión por vías no de la inteligencia sino de la naturalidad y de la intuición (intuición: instinto más cono­cimiento). He llegado a la conclusión de que en esta vida, más bien en estas sociedades materialistas y materializadas hasta extremos de gran patología, el desafío no consiste en saber más que los de­más, en tener mayores conocimientos técnicos, científicos, acadé­micos, intelectuales o artísticos que el resto de nuestros congéne­res, ya sólo competidores, no hermanos, no semejantes, no dignos de ser amados. El desafío, vista la deriva psicológica y mental de los habitantes del Primer Mundo, consiste en afrontar la competición personal, por abajo. Empiezo a sospechar, y temo que pronto lo confirmaré, que lo que e interesa por aquí, por estas latitudes, es ser un lerdo, el mayor lerdo que quepa imaginar, el lerdo máximo, el mayor patán: una garantía si no de felicidad sí de solaz, otra noción muy próxima a la felicidad.

Una sociedad como la nuestra no merece ciudadanos relevantes, esforzados, egregios, sabios. Una sociedad como la nuestra, empeñada en combatir más que en emular, generadora de la agresividad hasta la eliminación y mejor la extinción del que hemos de ver como rival, lo que necesita no son humanos sensibles, sensitivos, respetuosos, cabales, íntegros. Íntegros ¿para qué? Cabales ¿para qué? ¿sensi­ble, sensitivo? ¡no, por favor! Ser sensible, sensitivo, compasivo, considerado. .. ¿para que los que no lo son -que son los que mane­jan el control social, las personas jurídicas sin alma, la empresa, los poderes de hecho e institucionales, los medios, los que pinchan y cortan- hagan de nosotros, de nuestra honradez, de nuestra respe­tuosidad, de nuestra candidez un instrumento de nuestro propio do­minio, un artilugio para domeñarnos?

Yo, si tuviera hoy un hijo (y estoy a punto de tenerlo), lo que le en­señaría es a ser un auténtico cerrojo, un desalmado, un despiadado, un cabrón. Todo lo más le enseñaría triquiñuelas, ardides, astucia y toda esa cohorte de habilidades que despliegan quienes se hacen con las riquezas, con el dinero, con el poder...

No vale la pena forcejear por ser más culto, más educado, más "ca­paz". Ser más capaz fuera de las habilidades para el engaño y la ma­nipulación, es un seguro de infelicidad. ¿Habéis visto más inca­paces que los empleados en funciones de responsabilidad colectiva, y sin embargo más felices? Ortega y Gasset ya se había fijado en "la au­sencia permanente de los mejores"... Tratar de ser "más capaz" sin aprender a maniobrar, es perder el tiempo. Ensayar la honesti­dad, un modo de autoeliminarse en este magma humano, en esta jungla que cada día avanza más hacia la estolidez y hacia la ca­verna.

Intentarla, intentar la honestidad, en el ámbito social, más allá de la amistad y del amor en todas sus expresiones es un retroceso, una sandez, un disparate. El saber, los másters, los títulos académicos no hacen a ciudadanos más felices, que ese sería el objetivo máximo de la política y de la cultura institucional. Todo eso lo que fabrica es ciudadanos infelices, acobardados, retraídos, débiles. ¿Para qué he hecho yo esto? ¿para repartir pizzas, para andurrear por las calles con un micrófono en la mano para asaltar a la gente que no me llamó?

No en balde el Eclesiastés, uno de los libros del Antiguo Testa­mento de los judeocristianos dice:"cuanto más saber más aflicción". De entre tanta enseñanza de las Escrituras, a mis años no tengo más remedio que quedarme con ésta. ¿De qué me ha servido tanta lectura, tanto profundizar en el alma humana, en los entresijos de esta sociedad mundana? Mucho más, desde luego, para sufrir que para alcanzar la plenitud. En todo caso, la que haya podido lograr ha venido precisamente de todo lo contrario: de labrar la absoluta igno­rancia y de haber empezado a pensarlo todo desde el principio olvi­dando lo aprendido, lo demás.

Esta civilización, fatigada ya hasta del zapping, harta de la reitera­ción de los temas en el cine, en la televisión, en la política y hasta en la propia cultura, hastiada de todo cuanto se le ofrece a quienes lo tienen todo mientras tantos no tienen nada, sucumbirá a buen se­guro por un imprevisto: por el más horrendo aburrimiento.

¿Quién no siente ya tedio, empalago, fastidio ante el televisor, ante el estrago de tanto fútbol, de tanta violencia peliculera, de tanto chiste repetido? Hasta mis nietos, a quienes se raciona los entrete­nimientos, ya dan pruebas decansancio. .. ¿Qué será de ellos y de su falta de estímulos que no sean los de la supervivencia, dentro de quince o veinte años? Yo recomiendo a sus padres que les formen en la más severa escuela de la ignorancia y de los más redomados cabrones. De otro modo serán los más desgraciados del universo. Lo dicho. Como decía la pegatina de un coche que vi en Francia poco después del Mayo francés: "si la cultura es cara, ensayemos la ignorancia". Aquí es a donde yo quería ir a parar. No hay nada que proporcione mayor sensación de plenitud que ser un filisteo. No te­ner conciencia, pasar por encima, laminar las ajenas, ir a lo nuestro, mirar, para protegernos, que los códigos penales no nos aplasten... es la solución definitiva. Y si no, mirad. Ahi los tenéis tan exultantes. Ved qué felices son los fascistas, los incrédulos, los violentos y las bestias. Animémonos todos a ser como ellos... pero, por favor, evi­temos en todo lo posible ser cultos, sensibles y considerados.

Kaos en la Red [10.09.2007 13:20]

"Las hormiguitas no tienen derechos"

Las Hormiguitas no tienen derechos

Por Aurora Suárez

A mi hermana Martha

Siempre saltan por encima de mí esas dos palabritas tan de moda desde hace rato; igualdad y equidad, sobretodo cuando me veo, veo y reveo a otras colegas afines al oficio de “ama de casa” que como hormiguitas formando una hilera marchan rápido cargando sobre sus hombros hojas amarillas por las mañanas para dirigirse a sus respectivas cuevas. No es mi intención comenzar a desarrollar uno de esos escritos tipo manual o bien, un discurso feminista desgastado sobre los derechos de las mujeres.

Como otras vivencias en las cuales nuestros derechos son violentados, las mujeres dedicadas exclusivamente al oficio de ama de casa carecen de los derechos sociales que corresponden a cualquier trabajador como, por ejemplo, a la pensión por jubilación (éste es sólo uno). Para las mujeres triple rol es casi imposible obtenerla por la inestabilidad en el empleo causada en el transcurso de su vida, a veces por la maternidad y concomitantes, como la inexistencia de guarderías, entre otras.

Hasta el momento, este derecho no ha sido defendido por los movimientos feministas, de mujeres, ni por nadie: El derecho de la ama de casa a una pensión cuando se jubile. La preocupación ha girado más que nada alrededor de los derechos de la mujer trabajadora y no una ley que permita que las mujeres amas de casa, que no tengan una jubilación, puedan recibir -una vez cumplidos los 60 años- una pensión decente y digna, ¡Y en este país somos tantas!

Lo anterior se evidencia en los resultados de la Encuesta de Medición de Nivel de Vida (INIDE, 2001) en el capítulo correspondiente sobre la División Sexual del Trabajo, refiere que el 70% de las mujeres de más de 10 años en el área urbana se dedican exclusivamente al trabajo reproductivo y un 79% en el área rural. Por su parte, la Encuesta de Hogares sobre Medición del Nivel de Vida (2005), “ubica” a las amas de casa como Población Económicamente Inactiva (PEI), las que constituyen a nivel nacional el 42.1%. En el área urbana el 35 % y en la rural 51.5%. Otro dato interesante, es de un estudio del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH): “las amas de casa es a quienes más se les violan sus derechos, según indican los análisis del estudio”.

Es casi cotidiano en nuestra sociedad cuando una de estas mujeres se presenta ante una Institución (estatal, escuela) al preguntársele: ¿A qué se dedica? Responda, ama de casa y la respuesta de la otra persona sea: No señora, me refiero… ¿En qué trabaja?

El trabajo se define como toda aquella actividad física asalariada orientada a la generación de un producto o servicio acordado por un contrato entre un empleador y un empleado. De tal manera las tareas del hogar no se contabilizan como trabajo, ni se cuentan como desgaste físico. Por otro lado, el aporte económico de las amas de casa y el impacto en el ejercicio de su derecho social del trabajo no remunerado continúan bajo el tapete.

Sin embargo, los frijoles no se cuecen solos, las peinados de la niña que va a la escuela no lo hace la peluquera, el lampazo y la escoba no bailan sin compañía por la casa, los platos no tienen servicio automático incluido, la ropa desconoce el lavandero y su uso, los calcetines rotos no se pegan con goma, la comida no viene a domicilio…Son un sinnúmero de actividades que aún no terminan de contabilizarse (Ah… ¿Y la ropita del maridito sobre la cama arregladita?) Pero todo eso no es reconocido como trabajo. El trabajo de la ama de casa está histórica y cruelmente invisibilizado. Algunas mujeres se sienten retribuidas en su labor por el dinero que los maridos les dan y del cual ellas hacen de “tripas corazón” para la reproducción familiar hasta “fiar” en la pulpería.

Hasta el momento desconozco Estudios Comparativos serios que permitan establecer un método de evaluación y valoración del trabajo doméstico y su contribución al Producto Interno Bruto. Ya que todo ese trabajo no “aporta” a la economía del país, a como pudimos ver abiertamente en la clasificación del INIDE. Generalmente, se “enumeran” las tareas domésticas, se contabilizan el tiempo invertido en los estudios y/o investigaciones pero, la relación económica trabajo-valor está ausente

José Luis Machinea. Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), expresó que América Latina debería tener conciencia del valor que tiene el trabajo de las mujeres en el hogar, actividad que merece una compensación social. Ningún país en el mundo tiene una compensación social al trabajo de la mujer en el hogar y tampoco se han hecho estudios sobre el valor económico de esa actividad, y espera que en el medio plazo, en América Latina se introduzca ese indicador en las cuentas nacionales.

El PNUD (1995), estima que el aporte no reconocido de la mujer al crecimiento económico corresponde a casi 11 billones de dólares en todo el mundo. En este sentido, el trabajo de la mujer no sólo es castigado con la falta de salario, sino excluidas sus actividades de las cuentas nacionales y, lo más importante, del resguardo de sus derechos como trabajadora, entre los cuales, sin duda, debe estar el derecho a pensión.

Hasta el extinto papa Juan Pablo II en el documento final del II Sínodo de Obispos para Europa (junio, 2003) en una solemne ceremonia en la basílica de San Pedro del Vaticano, reivindica el derecho de la mujer a obtener un reconocimiento económico por el trabajo que realiza en el ámbito familiar. Entonces, les pregunto: ¿En qué país vivimos? ¿Dónde están las tomadoras de decisiones políticas, esas aguerridas diputadas que pelean por el sombrero de un hombre de un partido? ¿Dónde están las redes, movimientos u otras formas de organización de mujeres que se lamentan entre sí unas por el poder político perdido y otras por que nunca lo tuvieron? ¿Dónde están los hombres de la “nueva generación”? ¿Dónde están esas mujeres? Que a veces nos preguntan para que respondamos en coro como niñas de Jardín Infantil. Obviamente, solo encontramos una cosa: insensibilidad.

Pero es alentador que en agosto del 2007 durante la X Conferencia Regional sobre la Mujer en América Latina y El Caribe, se espera entre sus resultados se recoja el proyecto para empezar a estudiar mejoras en la protección social de las mujeres. ¿Por qué no comenzar entonces a trabajar en un Proyecto de Ley en que el Estado estime un monto salarial para el trabajo doméstico y les garantice, vía cotizaciones, su atención médica y pensión? Ello debe formar parte de una Política Social, de un Plan Nacional de Desarrollo de cualquier país, es elemental Mrs. Watson. No obstante, se registran avances en varios países latinoamericanos y Europeos en este sentido, entre alguno de ellos encontramos.

Pais

Legislacion

Beneficios

Colombia

Proyecto de ley

Pensión para amas de casa

Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU)

Aprobado

Pensiones y planes de acceso al empleo para las amas de casa. Garantiza y asegura la cobertura de las necesidades de las mujeres a partir de los 65 años, facilitando la protección social a aquellas que no hayan cotizado nunca al sistema de Seguridad Social o complementando las prestaciones sociales existentes

Argentina

Ley 24.828, promulgada el 26 de junio de 1997

Sistema de Ahorro Previsional para amas de casa de más de 60 año. Con o sin aportes. Pensionadas

Venezuela

Artículo 88 de la Constitución

El reconocimiento del trabajo del hogar como productivo mediante la pensión. Aún cuando no cotizó ante el Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS).

Costa Rica

Proyecto de Ley aprobado

Reafilia al sistema jubilatorio todas aquellas amas de casa que perdieron esa condición por haber dejado de aportar durante 12 meses, o más, consecutivos.

Panamá

Proyecto de Ley aprobado

Protege a las amas de casa y a las trabajadoras en el mercado formal e informal a fin de lograr su independencia económica y con ello promover su dignidad.

Italia

Proyecto de Ley aprobado

Fondo complementario de pensiones para las amas de casa. Este fondo se financian a través de cuotas voluntarias, sin periodicidad fija y con “puntos” otorgados por las compras diarias de la familia


¿Quien protege a las mujeres amas de casa en materia de seguridad social en Nicaragua?

En principio, en el artículo 4 de la Constitución Política norma la obligatoriedad del Estado de promover los avances de carácter social y político, protegiendo de toda forma de explotación, discriminación y exclusión. Se establecen como principios la libertad, la justicia y el respeto a la dignidad de la persona. Con relación a las normas referidas a la igualdad, aunque no están integradas formalmente entre los principios, se identifica su abordaje en varias normas constitucionales, por ejemplo, el Arto. 27 señala que todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho a igual protección y no habrá discriminación.

En este mismo sentido, en su Arto. 61 dice: El Estado garantiza a los nicaragüenses el derecho a la Seguridad Social para su protección integral frente a las contingencias sociales de la vida y el trabajo, en la forma y condiciones que determine la Ley. Y los Artos. 74 y 82, están referidos de manera específica al proceso de reproducción humana y condiciones de trabajo, respectivamente. Es decir, no existe un abordaje específico para el caso de las mujeres amas de casa. Mucho menos en el Seguro Social.

La Declaración Universal de los DDHH en su Arto.22 indica: Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Es decir, existen todo un marco jurídico legal favorecedor para proceder a la elaboración de un Proyecto de Atención de Seguridad Social dirigido a las mujeres amas de casa. Aunque muchos pensarán que esta demanda justa encierra algunas limitantes: ¿De dónde procederán los fondos? ¿Quiénes tendrán acceso a él? ¿Todas las mujeres recibirían la misma pensión? Unos cínicos pensarán tirados en su hamaca meneando un trago y viendo a su mujer barrer: ¿Y todavía van a tener derecho a la jubilación estas mujeres que no hacen nada? ¡Qué vivan los derechos humanos de las mujeres amas de casa¡

sábado, 25 de agosto de 2007


La Internet: El Lado Oscuro de la Luna

Por Aurora Suárez

La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona.

Voltaire

Hace varios días llegó un correo de un amigo mío, por cierto de esos hombres muy serios que no creen en santos que orinan, en el cual me reenviaba una información sobre una niña llamada Rachel a quien le descubrieron cáncer cerebral y donde sus padres abogaban por ayuda económica. El mecanismo de apoyo consiste en enviar ese correo a conocidos y éstos a su vez a más conocidos. Una empresa (AOL) se responsabiliza de rastrearlo y por cada 3 personas que lo reciben, dicha empresa donará 32 centavos para los medicamentos de la niña. La nota, la firma José Luís Gutiérrez Vázquez, Jefe de proyectos del Consejo Asesor de Cómputo, DGSCA –UNAM.

Muy conmovida procedí a reenviarlo como a 100 gentes conocidas. Casi de inmediato tres personas de confianza me escribieron expresándome que hacía varios años (una de ellas, me confirmó cinco) habían recibido el mismo correo y estaban sorprendidas que aún estuviera circulando. Lo primero en que pensé fue en una estafa.

No podemos negar que una de las “maravillas” del avance tecnológico en el campo de la comunicación en las últimas décadas son la Internet y los celulares, hijos perfectos de la globalización para todos sus fines y que como toda tecnología de punta, fue engendrada y experimentada por la defensa norteamericana. Mi preocupación gira en torno a la utilización de Internet fundamentalmente y su inadecuado uso, por ejemplo, su lado mezquino, enfermizo o manipulador y por ende, sus consecuencias negativas sobre una población mundial mayoritariamente constituida por jóvenes.

Si bien es cierto, se requiere de un cierto desarrollo económico y social para acceder a ella y sobretodo, recursos financieros y de cierto nivel de ocio para poder dedicarle “tiempo”. Internet cada vez más se generaliza como la Coca Cola. En Nicaragua, en algunos municipios uno presenta dificultades para comunicarse telefónicamente por medio de ENITEL (además, los cierran entre 5:00 y 6:00 pm), pero no por Internet, los famosos “Cibers Cafés” están abiertos, aunque sin el café que una espera le sirvan, abarrotados por personas chateando y de fondo musical, una escucha la vida y milagro de los que llaman a los Estados Unidos, por un precio accesible. ¡Qué maravilla encierra la tecnología¡

Recientemente, un estudio realizado en Europa por la inglesa Royal Economic Society, indica que la niñez y juventud que usan menos computadora, tienen mejor rendimiento escolar. No es de extrañarse. Padres, madres y docentes de cualquier nivel de educación, somos testigos como la Wikipedia les resuelve sus deberes educativos en minutos. El espíritu investigativo, el hábito de la lectura entre otros, se han ido desvaneciendo, mientras la pereza y pobreza mental se corona reina en esta época. En el informe de la Comisión para la Educación en el siglo XXI a la UNESCO, presidida por Jacques Delors expresa que “cuando los niños pasan menos tiempo en el aula que ante el televisor, es grande el contraste que se les presenta entre la satisfacción instantánea ofrecida por los medios de comunicación, que no requieren ningún esfuerzo, y las exigencias del éxito escolar”. El impacto de ambos medios de comunicación visual complejizan y tensionan las relaciones sociales, en las que se incluye por supuesto a los adolescentes; su entorno, velocidad y agresividad.

La deshumanización oculta de Internet, desesperada respuesta de este sistema globalizante ante el individualismo trastornado que le caracteriza, arrastra a las personas a buscar parejas en los sitios Web, experimentar placer sexual en los paraísos creados, satisfacer a maníacos con pornografía infantil, dependencia de los videos games propiciadores de violencia, hasta el colmo de llegar a planificar suicidios colectivos. Gerald Krien, un estadounidense de 26 años, a través del correo electrónico, logró convencer al menos a 32 personas, entre estadounidenses y canadienses para que todos se mataran al mismo tiempo. Menos mal que fue arrestado antes del suicidio colectivo.

La utilización generalizada de Internet, ya que es un medio integrado y completo (texto, sonido, imagen e interactivo), de acuerdo a estudios recientes de la BBC de Londres está desplazando a la televisión y la radio. Los videos cibernéticos, por ejemplo, se encuentran entre una de sus causales. Y esta tendencia va en aumento en todos los países en general. Sitios como YouTube permiten al usuario buscar formas sencillas de encontrar, mirar y compartir videos por la red. Revivir, actualizarse o sentir indiferencia ante tiempos perdidos.

La propaganda política de cualquier tintero inclusive la de las religiones utiliza actualmente este medio. Ahora por la red, se puede confesar, orar, enviar ángeles, milagros, panaceas a tus amigos y todo lo que se te ocurra. No hay límites, es un espacio libre y peligroso. Como estar en el paraíso picado por la serpiente sin ser expulsado.

A nivel cultural el escenario es un poco diferente, es enriquecedor por el conocimiento de la diversidad existente, aunque se corre el riesgo de fascinarse por las apariencias y caer tumbado ante el consumismo y perder la esencia de lo auténtico, lo simple y lo esencial.

Sobre los valores humanos, son catastróficos y contradictorios: provoca adicción a nivel subconsciente hasta crear ansiedad, preocupación y desencanto, por deseos no satisfechos, conduce al fanatismo y cuidado, a la locura. Conozco a una persona que por estar en Internet dejaba casi morir a su pareja enferma en una cama.

Por supuesto, que no todo es “negativo”. Resulta espléndido cuando se sabe utilizar, integrarse a redes y socializar información aunque, la creatividad humana amplia todos los límites. Esa creatividad verdadera que nunca permitirá convertirnos en seres “invisibles” o prescindibles. Es un juego, que se debe aprender a jugar, un arma de doble filo en el que muchos han tocado el fondo. Vale la pena manipularlo, pero nunca ser manipulados, ya que para eso, mucha experiencia tenemos en este país. Disculpen, voy a revisar mi correo electrónico, quizás entró una de esas “cadenas”…

Agosto, 2007

La Bola de Cristal

LA BOLA DE CRISTAL


Por

Cada cinco años en nuestro país intelectuales, analistas de toda índole, las ma de los “no ilustrados” --como señalan algunos sapientes-- y, sobre todo, los medios de comunicación se recrean con el circo político que son las elecciones en este país. Saltan los “apodos” a los candidatos (ratón Mickey, el trompis, el tres leches, etc.), las escatologías y, sobre todo, sale la caja de lustrar entre los contrincantes. Es como ir a ver al cine la película “Jurasic Park”.

Por supuesto que no faltan los adivinadores o pitonisos que día a día nos alimentan desde el desayuno, sobre quién y no qué partido ganará las elecciones presidenciales. Se construyen, deconstruyen y reconstruyen imaginarios identitarios bajo el típico modelo caudillesco que tanto gusta en este país, aunque nos quejemos y digamos no aceptarlo por respeto a nuestra dignidad. Y los partidos, si es que así se les puede llamar, son esqueletos carentes de legitimidad en su funcionar y, en la mayoría de los casos, coyunturales. Son una banderita como las que vemos en las barreras de toros de las fiestas patronales.

Se juega a formar partidos y a ser “político”, todos no identificables ideológicamente son esencialmente híbridos, unos se autoreconocen como la “izquierda verdadera”, otros como “pragmáticos”, otros retoman sus viejos tiempos, y otros no saben ni qué son. La carrera es llegar al poder. Y por ello no es fortuito que nuestra niñez responda cuando se le pregunta: ¿qué te gustaría ser cuando seas grande? Político, porque se gana dinero.

Más que un festín de máscaras (como Los Hulosos), predicciones a partir de giros diplomáticos (a lo Oscar René), sala de juzgado (a lo Xiomara Chamorro), matrimonios (al estilo Quezada) y otras variedades encontradas como en los clasificados de los diarios, de una u otra forma se busca cómo tipificar el escenario electoral y presagiar la fórmula ganadora, olvidándonos de que estamos en Nicaragua, un país atípico, donde se ha querido cambiar todo para que nada cambie, donde el ser caco (el nuevo doctorado nica que es equivalente a decir, sinvergüenza, ladrón) nos puede llevar a ser: ¡candidato presidencial¡, y, con las virtudes del reinado de un Estado de Derecho (que enorgullece sólo a los enamorados platónicos de la modernidad), se nos dice que debemos cumplir con nuestra obligación: votar, mientras el binomio legalidad-legitimidad es barajado por el poder en los pasillos estatales día a día.




¿Hasta qué punto la importancia de las elecciones para el futuro del país?, me pregunto, les pregunto. Quizás un poco de indiferencia sansotiana (de Pierre Sansot, sociólogo francés, exponente de la teoría de la lentitud, si se le podría denominar de esa manera deliberadamente) combinada con el paradigma foucaultiano sobre el poder, me hacen conceptuar de otra manera sobre las mismas, pero fundamentalmente la vivencia diaria.


Al echar una ojeada a los candidatos sobre su trayectoria política, laboral, profesional, familiar entre otras, quedo en blanco. Las plataformas políticas, en su mayoría elaboradas por equipitos que desconocen de estrategias de desarrollo, pero sí de comunicación, conllevan, les aseguro, el mínimo común denominador: producción, empleo, educación y salud. Elementos de pura retórica vacía, instrumentos del discurso efectivo similar al canto de sirenas, que atrapa seductoramente y en el que creen y se hunden las víctimas del poder. Creo más en los vendedores de esas medicinas “cura todo”, con que uno se topa de vez en cuando en los buses, que en lo que pueda escuchar los próximos meses…


Ésas son las elecciones. El gran espacio que nos da la democracia cada seis años de ser ciudadanos y ciudadanas para la sobrevivencia del mismo. El gran circo, donde ya no sabemos si reírnos del payaso triste o él reírse de nosotros. La filosofía del mutuo engaño, para creer (o hacer creer; otro engaño) que todo está bien y el sistema funciona.

¿Se imaginan ustedes que en un determinado momento la ciudadanía fuera atacada por el “virus de la dignidad” ante el poder, se rebelara ante toda esta purulencia y el día de las votaciones decidiera dejar en blanco las boletas, o bien no asista a votar? Tal a como sucede en la fabulosa novela de Saramago “Ensayo sobre la lucidez” (y Mario Benedetti tiene un cuento similar), donde la mayoría de los habitantes deciden ejercer su derecho al voto de esta manera, castigando al poder hasta hacerlo cojear. ¿Por qué no es posible poner sobre el tapete al poder?

Resultaría más sensato que muchos se quiten el turbante, guarden la bola de cristal que a diario frotan para vaticinar el futuro electoral e investiguen sobre el entramado social, económico y cultural del país. Qué es lo que está pasando con la niñez, la juventud, las mujeres, la tercera edad, el campesinado, los migrantes, las reservas naturales, la poesía, el río San Juan, pero sobre todo, qué está pasando en esta “cosa” que se llama Estado de Derecho. Pregunta indiscreta (se violenta la ley): ¿por quién va a votar usted? ¡No me diga que va a consultarle a la bolita de cristal!

miércoles, 8 de agosto de 2007

Cuentos y otros

Mariposa Miel

Por Aurora Suárez

Eran casi la una de la tarde, el sol como un comal recibiendo tortillas, ponía la cara de Chabelita, chota, parecida a una flor de avispa. Los calcetines blancos caídos por el cansancio de andar peleando día a día con el polvo de aquel camino que la llevaba a casa.

“No me gusta el sol”, pensaba Chabelita mientras recordaba a un personaje que conoció a través de un libro-cuento que su madrina, quien vivía en la capital, le trajo de regalo el día de su santo. “Prefiero las estrellas de la noche frescas como el agua y calladas como las piedras”.

Hacía tres días que su libro se le había perdido de la mochila del colegio. Buscó por todos los rincones de su pequeña casa y ella sabía que sus compañeritos de clase no se lo había tomado. A ninguno de ellos les interesaba leer libros. Hasta se dormían en sus pupitres cuando a veces la profe de español les leía cuentos. Para Chabelita esos cuentos dejaron de ser interesantes desde que leyó aquel libro-cuento, su primer libro-cuento, a los diez años de edad.

Chabelita se metió al zacatal. Se sentó en un tronco debajo de un árbol a descansar un poco y mirando a su alrededor descubrió como los árboles, después de estar un buen tiempo desnudos, comenzaban a vestirse de hojas y flores, a hacerse como más grandes y fuertes y a los perros ya poco se los miraba echados a la orilla del camino. Los chichiltotes, carpinteros, colibríes y otros pájaros estaban regresando con sus cantos de lluvia musical.

“Qué bonito se está poniendo todo” se dijo a si misma Chabelita. “Pero yo estoy tan triste. ¡Se perdió mi primer libro! Me gustaba tanto, en él aprendí mucho de la gente, de lo que hay allá fuera de este pequeño mundo donde vivo.”

De pronto sus pensamientos se quedaron suspendidos en el aire cuando una mariposa multicolor, casi del tamaño de aquellas lechuzas de papel que pendientes de un hilo se alzan en el cielo. La mariposa revoloteaba alrededor de ella.

-¿Qué querés?- le preguntó la niña.

-No te preocupés. No estés triste- le respondió la mariposa.

-¿Por qué me decís eso? ¿Quién te dijo que estoy triste?-insistió Chabelita.

-Yo sé oler los sabores dulces, ácidos, amargos de las flores y eso me permite sentir en las personas los pensamientos que tienen esos olores- le respondió la mariposa.

En ese momento, proveniente del camino se escuchó un grito:

-¡Chabelita...Chabelita! ¿Qué hacés allí?- era su mamá regresando con compras del pueblo.

Como una saltapiñuela saltó del tronco y salió a encontrar a su madre, mirando hacia atrás, preguntándose en sus adentros quién era la mariposa y de dónde venía.

La mamá la iba regañando porque a esas horas Chabelita aún no había llegado a su casa a darles de comer a sus hermanos pequeños.

Chabelita caminaba en medio de un silencio tan profundo que su mamá asustada le preguntó:

-Niñá... ¿Qué te pasa a vos? ¿Qué tenés?

-Nada, nada- respondió, quedando sólo la música de los pájaros entre las dos.

Después de lavar los platos, jalar agua del pozo, dar de comer a las gallinas y los cerdos, desgranar maíz y estudiar, bajó hacia el río que estaba casi a la orilla de la casita. Quería ir a ver, acompañada de su perro Flecha, las largas filas de zompopos color ladrillo. Flecha todas las tardes emprendía una guerra contra los zompopos, tratando de agarrarlos hasta volverse locos ambos sin que nadie saliera triunfante.

Pero esa tarde, bajo un cielo color de algodón de azúcar, reapareció la mariposa sonriente, recién bañada y perfumada. Chabelita sacó un bombón de uva de una de las bolsas de su vestido, lo empezó a chupar, mientras seguía con sus ojos el vuelo de la mariposa y preguntaba:

-¿Quién sos vos? ¿Cómo te llamás?- le preguntó Chabelita.

-Mariposa Miel- respondió.

-¿Mariposa Miel? ¡Qué nombre! ¿Y por qué miel? ¿Acaso naciste cerca de un panal?- preguntaba la niña.

La mariposa revoloteó más fuerte por la risa que le causaba las preguntas de Chabelita. Cuando reía la mariposa encendía más sus colores.

-No es por eso que me llaman así. Pero un día de estos te voy a contar la historia de mi nombre. Es una historia muy linda, podríamos decir con un toque de amor, como ese bombón que te estás chupando.

Los ojos de Chabelita quedaron como palomas volando por el asombro. Chabelita se preguntaba: “¿Las mariposas se enamoran? ¿Mariposa Miel estará enamorada de una abeja? ¿O de un colibrí?”

La inmensa familia de los árboles y arbustos, la verde extensión de los potreros y el mugir del ganado conquistó las mentes de Chabelita, Flecha y Mariposa Miel. Pronto los últimos rayos de sol se perderían en las sombras de la noche.

El candil encendido en la casita hecha de ripios de maderas diferentes, indicaba a Chabelita el regreso a casa para ayudar a preparar la cena. Después de cenar Chabelita escuchaba las historias sobre ese lugar contadas por sus padres.

Chabelita meciéndose en la hamaca miraba como el río se poblaba de luciérnagas y quiebraplatas. Recordó que por eso llamaban al río, Lentejuelas. En lo alto, familias de estrellas formaban figuras en el cielo. Otras estrellas, huérfanas, cubrían el resto del espacio. De pronto a Chabelita la atrapó un repentino deseo por tener un asteroide donde vivir, entre libros, perros, mariposas y un río color violeta con peces verdes. Soñaba despierta...hasta que se fue quedando dormida arrullada por el canto de los grillos.

La tarde del día siguiente, igual a todas las que había vivido, fue visitada nuevamente por Mariposa Miel, quien le anunció que le tenía una sorpresa.

-¿Qué cosa es la sorpresa? ¿Una rosa color verde? Hum...No se qué podría regalarme una mariposa. ¡Me doy!- dijo Chabelita.

Meciéndose lentamente Mariposa Miel sonreía, mientras pensaba en lo inmenso que es la imaginación de los niños y niñas. No tiene límites, pueden poner un arcoiris en lo más intenso de la noche o ver la lluvia caer sobre el desierto.

Después de un rato de silencio donde sólo se escuchaba el rumor de las hojas y el viento, Mariposa Miel dijo:

-Ya vengo, ya te traigo la sorpresa-.

Voló hasta lo más alto del árbol, cuya sombra abrazaba a Chabelita y regresó con el libro- cuento que se había perdido.

-¡Mi libro cuento! ¿Qué hacés vos con él? Me viste estar triste y no me pudiste decir que vos lo tenías. ¿Por qué?- reclamó Chabelita.

-Espera, te voy a contar. Cada vez que vos regresabas de la escuela y te sentabas en aquel tronco a leerlo, yo desde el árbol te escuchaba y sentía que esa historia era como mi vida.

-¿Por qué- volvió a preguntar la niña.

-Al igual que el personaje de tu libro-cuento, El Principito, yo tengo una flor que amo y un día huí de ella, sin rumbo y llegué a este lugar el primer día que vos empezaste a leerlo...

-¿Vos estabas en el árbol? No te ví- le decía Chabelita.

-Día a día te escuché...Y ahora que yo lo he disfrutado a solas, aprendí mucho...Yo no sabía lo que era un libro, ni la importancia que tienen- dijo con sabiduría virgen la mariposa.

-¿Qué aprendiste?- le preguntó Chabelita.

-Que debo regresar a buscar mi flor...Un día te visitaré con ella...Nos vemos Chabelita y nunca dejés de creer en tu estrella, nunca dejés de creer en tu estrella, le repetía mientras se perdía en el monte.


La Calle Rosada

Por Aurora Suárez


Estaba sentada en una grada de la acera de su casa, con el vestido de algodón color mamón que su madre le había hecho. Lucía sus mejores zapatos, aquellos blancos con forma de galleta cubiertos de hoyitos que le sonreían y unos calcetines de vuelito que ya parecían sombrillas cansadas por la lluvia. La calle olía a limpio. Las gentes pasaban sobre el arcoiris que formaban los ladrillos de todos colores, unos apresurados otros como si el tiempo no existiese. María disfrutaba de las tardes, eran como abrir un libro de cuentos, descubrir cosas, rostros, las modas, las luchas y las insatisfacciones de la vida.

Habían personajes que formaban parte de su cuento. Don Esteban Quezada, el fotógrafo más famoso de ese barrio, caminando lento con un traje color gato invernal y de sombrero. Don Esteban que le había regalado sus primeras acuarelas para pintar sus deseos y quien siempre le daba un beso de abuelo. Ella quiso tanto a ese señor, que cuando él se fue a hablar con las estrellas, sus mejillas palidecían en momentos como el atardecer, ante la ausencia del olor a canas que el viento se había llevado.

También, esperaba con alegría al vendedor de pan, Chabelo, por que le encantaba sentir el sabor caliente de la harina reciclada con leche, esculcar la canasta llena de figuras, sabores, olores y la manta virginal que los envolvía. María, de esa manera comenzó a aprender de las personas, descifrar los gestos en sus rostros, los sabores y sinsabores de algo que sencillamente la llamaban vida.


Mientras jugaba con su muñeca preferida, esa de trapo hecha en Masaya, no de las que recibía de sus padrinos de Europa o bien, las compradas en Sears. Sino esa, la especial, la que cargaba los olores al pueblo amado de ella por su alegría. Muñeca hecha por niñas con puntadas de hilo mal cosido que las hacían aprender a ser mujer. María jugando con su muñeca, esperaba con la ansiedad de una coneja recién nacida, que la puerta café chocolate se abriera, para ver volar en Alberto sus cabellos y ojos negros profundos.

María soñaba con ser grande, ser libre como los vende pan en sus bicicletas, los mercaderes, los revolucionarios de la época que anunciaban con sus voces quienes eran, qué hacían, cuál era su razón de vivir.... María soñaba en el beso que vio en la televisión, en lo rico que era enamorarse, en todas las cosas que en ese momento le eran prohibidas.

Tenía siete años inquietos y planificaba sus deseos, tenía la certeza de que conquistaría aquel muchacho azabache, ligero como una liebre, delgado como sus piernas y con una sonrisa de sol. El era mayor que ella. Se aparecía en bicicleta por las tardes y en ese momento María sentía que la calle se volvía rosada, se despojaba de los olores, sabores y colores propios. María le dedicaba en silencio cada canción salida fugitiva de la radio como sus suspiros. Le miraba discretamente desde el otro lado de la calle, contando cada uno de sus movimientos. Revisaba si la camisa de cuadros como un mantel, era la de su color preferido. Celestita con rosado como el cielo de las tardes.



La tarde se sentaba junto a ella a despedirse y comenzaba a juntar sus pensamientos en una caja que había pintado con flores lilas. Ya en su casa volaban por el aire los olores a comida, sabía que pronto la llamarían para cenar y su momento de amor terminaría. Era la perfecta mujer que espera y no reclama, disfruta y sólo vive el momento. Tenía la sensación de estar amando como las lobas, escurridizas, silenciosas, pero penetrantes. Cargó a su muñeca, su radio y se despidió de la luna llena que comenzaba a dibujarse en el eterno tapiz que nos cobija. Alberto desaparecía como una luciérnaga en el bosque.

Pasaron los años y María se dio cuenta que los deseos no se planificaban, que eran cosas que sabían a piel y a labio, a olores tan extraños como una cocina ajena, a sabores sin nombre...sobretodo a una foto retocada. Ella se casó con un hombre color esmeralda, que se creía pez y le encantaban las muñecas occidentales, que comía verdades en medio de tantas mentiras. Un día de tanto, ella quedó sola en medio del olor a pólvora.

Cuando Alberto se convirtió en lo que muchos nunca queremos ser, adultos, buscó a María. En un parque, le confesó cuánto él disfrutaba viéndola de niña todas las tardes jugando con su muñeca y que en sus ojos encontraba un túnel lleno de luces decembrinas, le confesó sus deseos de arrebatarle un beso en esos días, pero siempre tuvo miedo.

Era diciembre. Ella se le acercó, le vio sus ojos, ya no tan negros, pero si intensos. Le dio un beso tan profundo como una caracola perdida en el océano y le dijo:

-No lo tenia planificado, de todas maneras es de tarde, busquemos unas bicicletas y escribamos nuestro cuento.