Asteroide B612

Soy un montón de cosas, parte de este Universo y como tal, parte de ustedes y viceversa. Un poco de socióloga,filósofa, escritora, poeta, pintora. Soy humana y toda la dimensión que implica esa palabra.

domingo, 15 de febrero de 2015

Nos roban las nubes

NOS ROBAN LAS NUBES                                           by joseppamies
chemtrails 
En la década de los 80, agricultores de Soria (España), denunciaron que mediante fumigaciones clandestinas realizadas con aviones, les robaban las nubes provocando sequias y fueron tildados de locos por cargos públicos.

Ahora otros agricultores de Levante y de Zamora denuncian lo mismo, pero la respuesta institucional no ha variado.
Sin embargo, documentos oficiales demuestran que en España se llevan realizando experimentos de modificación climática desde el año 1979 con aviones militares o civiles camuflados con la protección del secreto militar.
Lo mismo ocurrió hace unos años en Catalunya. Cuando se pidió explicaciones al Síndic de Greuges (equivalente al defensor del pueblo en España), sobre las prácticas de fumigar nubes, cuando se estaban originando en el pre Pirineo, con la consecuencia de ovejas muertas y sequias persistentes, la respuesta del Sindico fue , que no podía ir mas allá en la investigación, porque estaba restringida la misma,  escudándose en el secreto militar.

¿Porque los militares siempre pueden actuar con total impunidad?
Simplemente pedíamos de donde despegaban los aviones que fumigaban las nubes, para poder pedir explicaciones sobre que sustancias rociaban las mismas y de paso el resto de animales, plantas y humanos que estábamos debajo de ellas.
Por suerte se está originando un movimiento que plantea de una vez por todas el esclarecimiento de estos hechos encabezado por la activista ambiental, Josefia fraile, convocando el  1º encuentro de agricultores, viticultores y apicultores afectados por la fumigaciones aéreas clandestinas en Madrid LOS DIAS  28 de Febreo y 1 de Marzo

En esta Conferencia se desvelará quién, cómo, cuando, por qué, y sobre todo qué cabe hacer para exigir responsabilidades y poner fin a esta locura en la que alguien nos metió sin pedirnos permiso
Sólo tenemos un planeta tierra, y es nuestro hogar.
Si permitos que cuatro psicópatas manipulen los sistemas climáticos naturales, el resultado será la destrucción de toda la cadena de vida. Tenemos que saber la verdad para poder enfrentarnos a ella, plantarle cara y evitar que estos aberrantes experimentos sigan adelante.
Entrevista a Josefina Fraile , donde nos da detalles de esta manipulación de las nubes.

lunes, 2 de febrero de 2015

Ahora que estoy viva






Ahora que estoy viva

Prefiero que compartas conmigo unos pocos minutos
ahora que estoy viva y no una noche entera cuando yo muera.
Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora que estoy viva,
y no apoyes tu cuerpo sobre mí cuando yo muera.
Prefiero que hagas una sola llamada ahora que estoy viva y no
emprendas un inesperado viaje cuando yo muera.
Prefiero que me regales una sola flor ahora que estoy viva y no
me envíes un hermoso ramo cuando yo muera.
Prefiero que elevemos una corta oración ahora que estoy viva
y no una misa cantada e interminable cuando yo muera.
Prefiero que me digas unas palabras de aliento ahora que estoy
viva y no un desgarrador poema cuando yo muera.
Prefiero escuchar un solo acorde de guitarra ahora que estoy
viva, y no una conmovedora serenata cuando yo muera.
Prefiero que me dediques una leve plegaria ahora que estoy viva
y no un poético epitafio sobre mi tumba cuando yo muera.
Prefiero que poses tu mano sobre mi hombro ahora
que estoy viva y no que solo esperes cargar mi ataúd sobre tu hombro cuando yo muera...
Prefiero apreciar contigo una flor que está naciendo ahora que estoy
viva y no grandes coronas de flores que adornarán la tristeza cuando yo muera...
Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles ahora que estoy
viva y no de grandes manifestaciones cuando yo muera...

El Peatón de Parìs

El Peatón de París
“Nosotros, gentes de meditaciones, de reflexiones y de tinta.”
Escribir es un trabajo de artesanía, un trabajo que Léon-Paul Fargue, fundamentalmente poeta, exploró en sus ensayos y aplicó en sus poemas. Parte de ese trabajo consistió en la búsqueda de escribir lo que no se escribe; superados por la imposibilidad de acceder al exclusivo club de las obras maestras, regidas por el principio de la inspiración, sólo queda a los escritores la tarea de rellenar los espacios que éstas han dejado, los márgenes, los intersticios para los que la inspiración ya no sirve y solamente pueden ser materializados usando la intención.
“El escritor sólo me estimula en tanto en cuanto me desvela un principio físico, en tanto en cuanto me da a entender que podría trabajar con sus propias manos, ser pintor, escultor, artesano, cuando me muestra el sentimiento de lo “concreto individual”. Si no imprime a su obra el carácter de un objeto, de un objeto insólito, me interesa sólo marginalmente.”
¡Ah, París!
Errata Naturae
Errata Naturae
En el intervalo temporal que transcurre entre las dos guerras mundiales, París es el centro del mundo del arte y de la cultura; no solamente actúa de foco atrayente para los propios franceses, sino que su luz llama a artistas de toda Europa y atraviesa incluso el Atlántico para convertirse en la indiscutible, y tal vez última, capital cultural del mundo. Los ismos, con distinta fortuna, se suceden a velocidad de vértigo, pisándose los talones -y, a veces, los juanetes- y es tan imposible asimilarlos como seguirlos… con una sola excepción, el inédito,  localizable pero omnipotente parisismo. Es este ambiente fértil para la infección sectaria el que facilita la aparición de, si no el gran libro sobre París, sí tal vez, el libro que los une a todos, el compendio de todos los textos que han tenido a Lutecia como entorno, como excusa o como protagonista, El peatón de París (Le Piéton de Paris, 1939), formalmente, un ensayo a modo de crónica del poeta francés Léon-Paul Fargue, pero en realidad un inventario detallado y razonado de recuerdos y sentimientos.

El París de los boulevares, de los muelles y de las plazas, en el que se desenvuelve con agilidad este flâneur, no es más que el marco en el que se desenvuelve la vida real, la de los paseantes, los ociosos sentados en las terrazas y las familias en torno a la mesa al otro lado de las ventanas iluminadas del crepúsculo, pero también la nostalgia por el París que fue, la de los fantasmas de los conciudadanos que también pasearon por esos mismos lugares, todos juntos, en un alegre pasacalle que junta a todos los vivos y los muertos.

Fargue acompaña al lector a la búsqueda de la esencia del París eterno, la ciudad de acogida en la que “no es necesario haber llegado a este mundo para ser parisino”, el que resiste el paso del tiempo, el que permanece de antes de los hechos de la Bastilla y que no pudo modificar la reforma de Haussmann; o, más que la esencia, el espíritu, l’esprit, el legado que han dejado las generaciones de parisinos y de foráneos que han hecho de la ciudad su casa, su castillo, su refugio.
“París se reducía entonces para nosotros a una síntesis donde veíamos una bella mujer, un cabriolé, un lacayo, un viejo general, una violetera o un joven oficial a caballo.”
La historia acaban escribiéndola, en mayúsculas, los estados, pero quien la redacta, en modestas minúsculas, es la gente; y los hechos relevantes no son ni las grandes batallas ni los pomposos tratados internacionales, sino la cita diaria en la panadería de la esquina, “el pequeño pequeño mundo que bebe de pie.” Las verdaderas crónicas no son los anales de los historiadores sino las habladurías de los mozos de carga en el Quai d’Orsay o los comentarios de los parroquianos acerca de los muslos infinitos de la última estrella del teatrucho de la plaza Pigalle. Los verdaderos protagonistas son esa nómina de personajes singulares, característicos de París, los artistas, las artistas, la fauna nocturna -“gente que se dedica a la noche como quien se dedica a la pintura”- que lucía planta, ocurrencias y proyectos mientras arrastraba su carencia de francos y de ideas, siempre a la busca de alguien con posibles a quien sablear con su brillante labia o que, mal menor, le pagara la última copa. Fargue se pasea por Saint-Germain, pero no puede disimular su simpatía por los barrios y ambientes populares y bohemios, ni se ahorra sus velados reproches por las zonas más elegantes, como si éstas traicionaran el indefinido pero genuino espíritu de la ciudad.

En definitiva, El peatón de París acaba siendo un homenaje a todos los que ha  hecho de la ciudad aquello que ha llegado a ser, un agradecimiento por su legado y un reconocimiento por su aportación; aunque aquellos que no estén muertos arrastren los restos de su grandeza con trajes descoloridos, cuellos deshilachados y zapatos sin suela.
Jan Assman