LA BREVE HISTORIA DE DOS HERMANOS.
Las personas en general, nos creemos dueños de nuestras vidas y más aún, si no lo somos, de la de nuestros hijos. Cuando viajamos hacia nuestro interior, no encontramos NADA. Y olvidando la frase de Osho ¿Quién te ha dicho que espero que la gente me tome a mí y mis enseñanzas en serio? Me dejé arrastrar en años por las “buenas” enseñanzas que todas las familias imponemos (y nos destruyen en muchos casos), así como las utopías de mi época hacia mis hijas, sobre todo la mayor, que su padre fue un gran dirigente revolucionario de un país del Sur que cayó en una acción heroica por lo cual quedé desde muy joven sola; esposa-viuda-madre, no sé que cosa, con una hija de meses. Confieso que no me arrepiento.
En la “clandesta”, el “huevo” a como le llamaban, sostuvo relaciones y convivió con una compañera que quedó embarazada pero, el niño cuando nació el ya no existía.
Pasaron los años y ninguno de los dos sabía de la existencia del otro o la otra. No por que ambas madres se lo ocultáramos, más bien, por la hipocresía y “conservadurismo· que caracteriza a ese pueblo. La esposa, la otra, las guaguitas ¡Uy, qué horror¡
Hasta que un buen día, se abrió el nacatamal y dese allá, hasta acá se supo. Supongo que las reacciones de ambos chavalos fueron tremendas. Uno nunca mide el impacto de esos golpes emocionales en casi adolescentes, aún más por las historias construidas como madres alrededor de un héroe. El adultismo nos apropia la imagen de emperadores y hacer de nuestros hijos súbditos. Así es, aceptémoslo y dejémonos de discursos.
Gracias a la tecnología, un día ambos coincidieron y comenzaron a “chatearse”. Guardaron silencio ante sus respectivas madres. Cuando la relación se afianzó: lo comentaron.
No puedo imaginar que sintieron.
Hoy, hace 6 días el hermano de mi hija está en Nicaragua de visita para conocer a su hermana y sobrino. He podido escuchar con mucho silencio desde “afuera” por parte de mi hija, cómo han discutido socialmente, políticamente, profesionalmente, culturalmente (somos realmente maravillosas las nicas) y, obviamente “sus cosas”, que nadie nunca sabrá ¡Y cómo lo cuida¡
He podido sentir el “amor” entre ambos. Su solidaridad, complicidad y unión. Son como los hermanos que se han querido desde siempre y se reencuentran.
Moraleja: Ambos, no se creen el cuento de lasrevoluciones, no tienen pretensiones políticas, no creen en “héroes”, ni en “tíos” postizos. Los une: la ausencia de un padre y el dolor que les causó, saberse afines en muchas cosas y madres utópicas que aún, a veces, lloramos por aquel compañero.
¿Y lo que dijimos durante tantos años? ¿Se fue a la borda? Son ellos. Auténticos. Y hay que dejar que sean lo que quieren. Lo más importante es ue ambos son luchadores, no temen y desafían la vida con sus inteligencias.
Realmente me siento feliz y quería compartir esto con Ustedes. Hoy viene a casa a estar conmigo. Después les cuento mi historia.
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