Tiempos Holocáusticos
Aurora Suárez
La mejor forma de hacer filosofía es sobre la nuestra, en principio.Hace más de un década decidí reexplorar el mágico mundo de las plantas integralmente y dedicar tiempo al estudio de las mismas;sus bondades y perversidades. Por ejemplo, la manzana que es calificada como la fruta "cinco estrellas" para la salud, sus semillas son mortales. Una de las frutas más feas en su aspecto y de bajo consumo, como la anona, previene y mejora el estado de pacientes con cáncer. Incursionar esas veredas resulta un estudio infinito. Cada hoja, cada tallo, cada flor, cada semilla, cada raíz y fruto, encierra su secreto personal. Todas, sin excepción.
Ciertamente que somos ignorantes de todo el conocimiento del mundo al cual pertenecemos: la naturaleza, asi de simple como suena. Pero, somos "expertises" en todo lo que construimos y a la vez, deconstruimos material y filosóficamente para satisfacer al ego.
He dedicado muchas horas en años a la búsqueda de información, lecturas e intercambios en base a experiencias propias o ajenas sobre el riesgo cada vez mayor al que está expuesta nuestra salud, no por las enfermedades en sí, más bien, las causales que las provocan.
Las enfermedades, actualmente, se incrementan, diversifican, categorizan, y además son endémicas. Lo anterior es directamente proporcional con los medicamentos, pero que a diferencia de las enfermedades, estos alimentan capitales resultado de la descapitalización que son objeto las personas. Las constantes denuncias provenientes de médicos de diversos puntos del mundo occidental, son la mejor prueba del negocio en que se ha convertido la salud para este nuevo Poder, que junto al de los Alimentos, están matando silenciosamente, sin ningún escrúpulo, ni compasión por la vida humana ¡Estamos viviendo otro holocausto¡ Y legalizado, autenticado, reconocido y ampliamente difundido.
Considero que una forma de asumir mi responsabilidad para conmigo y los demás ante esta grave situación que estamos enfrentando y, pasivamente entreguemos nuestros cuerpos para el "sacrificio" a la medicina contemporánea.
Comparto con Ustedes una reflexión alrededor de este tema y a la vez, un escrito de Ben Goldacre, médico y académico que se especializa en descoser dudosas
afirmaciones científicas de las compañías farmacéuticas, periódicos, informes
gubernamentales, gente de relaciones públicas y charlatanes. Al identificar la mala ciencia, es la
mejor manera de explicar la buena ciencia.
A continuación, les comparto mis reflexiones...
“La combinación
mortal ataca los cuerpos”
Tanta grima acumulada ante las
evidencias cada vez más frecuentes de los dos grandes monstruos invisibles y
silenciosos que nos dominan: la industria farmacéutica y la de los alimentos.
La globalización también arrastra consigo estos valores agregados, soportados
por metarrelatos que emergen desde la ciencia, la que siempre termina
tristemente, retractándose y engañándonos como niños espectadores en un acto de
magia. Hoy por hoy, la lucha contra el
narcotráfico en nuestra región, iniciativa en la que se invierten millones de
dólares y es apoyada por los Gobiernos, responde fundamentalmente al riesgo
enfrentado para el crecimiento y estabilidad de conglomerados de capitales, que
en términos “cínicos”, no es “sucio”; más, que a la salud de las personas. Y,
ya todos conocemos quiénes son sus mayores consumidores.
En estas breves líneas y un tanto
superficiales - dada la relevancia y seriedad que ocupa este caso, se
puntualizaran algunas consideraciones para la reflexión y acción. El término
“salud”, enfrenta paradójicamente con todo y el avance tecnológico, una de las crisis
más agudas en su historia. Ya no son, sólo las “pestes” que exterminan a la
población o las nuevas enfermedades, como el Sida. Más bien, enfrentamos una
nueva modalidad de “guerra bacteriológica”, una “guerra química” legitimada y
publicitada que oculta su alta peligrosidad. Ahora los medicamentos son, los
medios letales etiquetados, de colores, sabores y nombres extraños que nos
hacen creer que “curan”. Una expresión más del capital y su desmesurada
ambición por reproducirse, actualmente, a costas del sacrificio de nuestros
cuerpos.
Recientemente, el
ganador del Premio Nobel de Medicina Richard J. Roberts, denunció la forma en
la que operan las grandes farmacéuticas dentro del sistema capitalista;
anteponiendo los beneficios económicos a la salud y deteniendo el avance
científico en la cura de enfermedades, porque curar no es tan rentable como la
cronicidad. Señala que los
fármacos que curan no son rentables y por eso no son desarrollados por las
farmacéuticas que en cambio, sí desarrollan medicamentos cronificadores que
sean consumidos de forma serializada. Esto, señala Roberts, también hace que
algunos fármacos que podrían curar del todo una enfermedad no sean
investigados.
Y son piezas claves de este juego, los médicos,
quienes reciben dinero a cambio de nuestra salud por parte de la industria farmacéutica para que promuevan sus medicamentos y
tiran por la borda el juramento hipocrático. Seguro,
que en más de una ocasión, Usted ha recibido de su médico una “muestra” que estilan regalarnos
como “perfumes de prueba” en las grandes tiendas. Cada vez más, se extiende la
lista de medicinas que están excluidas en el mercado europeo y norteamericano,
entre algunos de uso popular en nuestro país encontramos: Diclofenac,
Omeprazol, Aciclovir, Voltaren, Enalapril,
Metroclopramida, etc.
No
obstante, en Nicaragua continúan vigentes en las recetas, su venta es masiva (no faltan en una pulperías)
y publicitadas a gran escala. La irresponsabilidad médica sobre pasa los
límites para responder indirectamente a los mercados del capital, convirtiendo
a la salud en un negocio. En Europa, se ha avanzado sustancialmente, grandes empresas farmacéuticas han sido
demandadas por los graves efectos de algunos medicamentos sobre las personas,
en muchos casos irreversibles (ejemplos, la Pfizer y la Bayer).
Por el lado de los alimentos:
somos lo que comemos. Más que conocidos son los efectos cancerígenos de los
productos que forman parte de la nueva canasta alimenticia que nos oferta el
sistema globalizante, que bajo el supuesto de resolver la vida agitada y el
factor tiempo, no son más que son vehículos mortales, sutiles y silentes que
hacen sucumbir al organismo en enfermedades graves y crónicas con el tiempo, por
las elevadas dosis de preservantes, edulcorantes, saborizantes u otros
compuestos químicos mortales que contienen. Llámense estos, Splenda, Mc Donalds, Gatorades, Maruchan, etc., y, la
de más antigua data señalada, si no me equivoco desde finales de los años 60, la
Coca-Cola junto al resto de la familia de sodas. Caso contrario a los medicamentos, los alimentos “entran por los ojos
y su sabor”, la tentación es casi inevitable y la maquinaria puesta en marcha
por la publicidad para su consumo, es capaz de seducir y enajenar al más
fuerte.
Existe pues, una complicidad entre ambas Industrias:
por un lado, los alimentos enferman tu cuerpo, lo envenenan y por otro, los
medicamentos a los que recurrís para curarte, también te envenenan. Es decir,
si te corres te mato y si te quedas también. Nuestros cuerpos son las víctimas, estamos atrapados y condenados
en las redes de esta mafia: la industria de alimentos y la farmacéutica.
Entonces, el reino de la salud está a la merced de ellas,
asesinas intelectuales de muertes anunciadas con el apoyo de muchos Judas, los
médicos ¿Qué hacer? Ya es tiempo de poner sobre el tapete de discusión este
tema, debatirlo, demandar mayor control a las Autoridades, exigir respeto para
nuestras vidas y lo más sagrado, la salud, cruzar la acera de donde venimos, la
medicina alternativa y gritar un rotundo NO a este cruel y despiadado negocio
mortal del cual somos objeto los seres humanos. Ciertamente, ambas Industrias son cómplices, en efecto, de los crímenes contra los cuerpos,
la vida ¿Hasta cuándo?
1. El 90% de los ensayos clínicos publicados son patrocinados por la industria farmacéutica. Este es el principal motivo por el que todo el sistema de ensayos clínicos está alterado, según Goldacre, y por el que se producen el resto de problemas.
2. Los resultados negativos se ocultan sistemáticamente a la sociedad. “Estamos viendo los resultados positivos y perdiéndonos los negativos”, escribe Goldacre. “Deberíamos comenzar un registro de todos los ensayos clínicos, pedir a la gente que registre su estudio antes de comenzar e insistir en que publiquen sus resultados al final”. En muchos casos, denuncia el autor de “Mala Farma”, las farmacéuticas se reservan el derecho de interrumpir un ensayo y si ven que no da el resultado esperado, lo detienen. Asimismo, obligan a los científicos que participan en estos estudios a mantener en secreto los resultados. Y esta práctica tiene de vez en cuando consecuencias dramáticas.
En los años 90, por ejemplo, se realizó un ensayo con una sustancia creada contra las arritmias cardíacas llamada Lorcainida. Se selección a 100 pacientes y la mitad de ellos tomó un placebo. Entre quienes tomaron la sustancia hubo hasta 9 muertes (frente a 1 del otro grupo), pero los resultados nunca se publicaron porque la farmacéutica detuvo el proceso. Una década después, otra compañía tuvo la misma idea pero esta vez puso la Lorcainida en circulación. Según Goldacre, hasta 100.000 personas murieron innecesariamente antes de que alguien se diera cuenta de los efectos. Los investigadores que habían hecho el primero ensayo pidieron perdón a la comunidad científica por no haber sacado a la luz los resultados.
“Solo la mitad de los ensayos son publicados”, escribe Goldacre, “y los que tienen resultados negativos tienen dos veces más posibilidades de perderse que los positivos. Esto significa que las pruebas en las que basamos nuestras decisiones en Medicina están sistemáticamente sesgadas para destacar los beneficios que un tratamiento proporciona”.
3. Las farmacéuticas manipulan o maquillan los resultados de los ensayos. En muchas ocasiones los propios ensayos están mal diseñados: se toma una muestra demasiado pequeña, por ejemplo, se alteran los resultados o se comparan con productos que no son beneficiosos para la salud. Goldacre enumera multitud de pequeñas trampas que se realizan de forma cotidiana para poner un medicamento en el mercado, como elegir los efectos de la sustancia en un subgrupo cuando no se han obtenido los resultados esperados en el grupo que se buscaba al comienzo.
4. Los resultados no son replicables. Lo más preocupante para Goldacre es que en muchas ocasiones, no se puede replicar el resultado de los estudios que se publican. “En el año 2012″, escribe Goldacre, “un grupo de investigadores informó en la revista Nature de su intento de replicar 53 estudios para el tratamiento temprano del cáncer: 47 de los 53 no pudieron ser replicados”.
5. Los comités de ética y los reguladores nos han fallado. Según Goldacre, las autoridades europeas y estadounidenses han tomado medidas ante las constantes denuncias, pero la inoperancia ha convertido estas medidas en falsas soluciones. Los reguladores se niegan a dar información a la sociedad con la excusa de que la gente fuera de la agencia podría hacer un mal uso o malinterpretar los datos. La inoperancia lleva a situaciones como la que ocurrió con el Rosiglitazone. Hacia el año 2011 la OMS y la empresa GSK tuvieron noticia de la posible relación de este medicamento y algunos problemas cardíacos, pero no lo hicieron público. En 2007 un cardiólogo descubrió que incrementaba el riesgo de problemas cardiacos un 43% y no se sacó del mercado hasta el 2010.
6. Se prescriben a niños medicamentos que solo tienen autorización para adultos. Este fue el caso del antidepresivo Paroxetine. La compañía GSK, según Goldacre, supo de sus efectos adversos en menores y permitió que se siguiera recetando al no incluir ninguna advertencia. La empresa supo del aumento del número de suicidios entre los menores que la tomaban y no se hizo un aviso a la comunidad médica hasta el año 2003.
7. Se realizan ensayos clínicos con los grupos más desfavorecidos. A menudo se ha descubierto a las farmacéuticas usando a vagabundos o inmigrantes ilegales para sus ensayos. Estamos creando una sociedad, escribe, donde los medicamentos solo se ensayan en los pobres. En EEUU, por ejemplo, los latinos se ofrecen como voluntarios hasta siete veces más para obtener cobertura médica y buena parte de los ensayos clínicos se están desplazando a países como China o India donde sale más barato. Un ensayo en EEUU cuesta 30.000 dólares por paciente, explica Goldacre, y en Rumanía sale por 3.000.
8. Se producen conflictos de intereses: Muchos de los representantes de los pacientes pertenecen a organizaciones financiadas generosamente por las farmacéuticas. Algunos de los directivos de las agencias reguladoras terminan trabajando para las grandes farmacéuticas en una relación bastante oscura.
9. La industria distorsiona las creencias de los médicos y sustituyen las pruebas por marketing. Las farmacéuticas, denuncia Goldacre, se gastan cada año miles de millones para cambiar las decisiones que toman los médicos a la hora de recetar un tratamiento. De hecho, las empresas gastan el doble en marketing y publicidad que en investigación y desarrollo, una distorsión que pagamos en el precio de las medicinas. Las tácticas van desde la conocida influencia de los visitadores médicos (con las invitaciones a viajes, congresos y lujosos hoteles) a técnicas más sibilinas como la publicación de ensayos clínicos cuyo único objetivo es dar a conocer el producto entre muchos médicos que participan en el proceso. Muchas de las asociaciones de pacientes que negocian en las instituciones para pedir regulaciones reciben generosas subvenciones de determinadas empresas farmacéuticas.
10. Los criterios para aprobar medicamentos son un coladero. Los reguladores deberían requerir que un medicamento sea mejor que el mejor tratamiento disponible, pero lo que sucede, según Goldacre, es que la mayoría de las veces basta con que la empresa pruebe que es mejor que ningún tratamiento en absoluto. Un estudio de 2007 demostró que solo la mitad de los medicamentos aprobados entre 1999 y 2005 fueron comparados con otros medicamentos existentes. El mercado está inundado de medicamentos que no procuran ningún beneficio, según el autor de “Mala Farma”, o de versiones del mismo medicamento por otra compañía (las medicinas “Yo también) o versiones del mismo laboratorio cuando prescribe la patente (las medicinas “Yo otra vez”). En esta última categoría destaca el caso del protector estomacal Omeprazol, de AstraZeneca, que sacó al mercado un producto con efectos similares, Esomoprazol, pero diez veces más caro.
__________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario