Asteroide B612

Soy un montón de cosas, parte de este Universo y como tal, parte de ustedes y viceversa. Un poco de socióloga,filósofa, escritora, poeta, pintora. Soy humana y toda la dimensión que implica esa palabra.

jueves, 25 de abril de 2013

Presentación de Pensamiento a Debate, de Aurora Suárez y Freddy Quezada.


Presentación de Pensamiento a Debate, de Aurora Suárez y Freddy Quezada. Biblioteca del Banco Central de Nicaragua, 19 de abril de 2013. 5 pm.
Por Pablo Kraudy

Cuando me planteé cómo presentar este nuevo libro de Freddy Quezada y Aurora Suárez, cuyo título ha de parecernos sumamente sugerente, Pensamiento a debate, vino a mi memoria –paradójico a lo mejor, pues pudiera considerarse todo lo opuesto a lo sugerente de dicho título– un poema breve de José Coronel Urtecho al que en ocasiones aludo en las aulas de clase para referirme a la actitud que aún suele adoptarse, particularmente entre los jóvenes, ante las construcciones intelectuales de diversas índole. El poema de Coronel, “Nota en un libro de historia” (1964), dice así:
Mientras hojeo historiadores y tomo notas
un pajarito canta entre las hojas de una rama
y su canto
                   un silbido, tal vez una llamada
                               me saca de la Historia.
Para entonces ya habían visto luz pública dos tomos de sus Reflexiones sobre la historia de Nicaragua (De Gainza a Somoza), y el tercero (subtitulado a modo de ampliación del anterior: II B – Explicaciones y revisiones) aparecería en 1967.
Seguramente esos versos reflejan una vivencia real de quien, esencialmente poeta, se ocupaba en discernir y hacer inteligible el sentido de nuestra historia. Pero no sólo poeta, también un nicaragüense que nos coloca en perspectiva, como rasgo idiosincrático, cierta propensión a la sensibilidad estética, ante la insuficiencia en el orden de la actitud teorética y el pensamiento crítico.
Pues bien, a qué obedeció esa evocación suscitada por el reciente libro de Suarez y Quezada. Si fuese tomada la alusión de modo literal, se extraería sin duda una conclusión negativa, cuando en verdad no estaba respondiendo a ella. Sería como tener la sospecha de que el libro de nuestros amigos podría caer en manos de un lector que, iniciado en su lectura, terminase abandonándola por otros deleites. En una ocasión Cortázar aludió haber experimentado también situaciones semejantes.
Dando por sentado lo deseable que sería que todo libro encontrase siempre su apropiado lector, permítaseme dos acotaciones breves a dicha evocación, una por el lado del lector, y una por lado del creador.
En primer lugar, por el lado del lector, situados en nuestro medio en donde es bien sabido que la lectura no logra niveles óptimos en cantidad y calidad, representa un desafío personal tomar un libro entre las manos y no dejarlo hasta llegar a la última página. Tal desafío se acreciente de repente cuando escuchamos entre jóvenes frases como “pensar da dolor de cabeza”, justificando rehuir a esa dimensión de su ser y colocándonos en la perspectiva inversa de la comprensión moderna del hombre y del intelectual que critican Suarez y Quezada. “La cultura moderna –dice María Zambrano– fue arrojando de sí al ser total del hombre, cuidándose sólo de su pensamiento”.
Un libro como el que esta tarde nos da cita, en el que, los autores lo advierten, hallaremos luces y sombras en el estilo y las proposiciones, hay que leerlo pensando, superando uno y otro extremo, sobre todo por que trae consigo un emplazamiento al que sólo de modo personal se puede responder, pues es el emplazamiento que encarna nuestra propia integridad como personas, como cuerpos pensantes.
Valga recordar la acepción aristotélica del ser humano como animal racional, de la que en la historia tradicional del pensamiento se ha tendido a destacar la nota que diferencia al ser humano de los animales, la nota de racionalidad, abstrayéndola de la cara a la que esta irremediablemente unida en el concepto del estagirita, la nota de animalidad, de corporeidad, sin la cual no tendría existencia.   
Por otra parte, del lado del creador –ambos autores–, la reiteración de estar ya en tiempo los creadores nicaragüense para enfrentar retos de mayor alcance en sus temas y métodos de elaboración intelectual, más allá de los indudables logros en las obras de ficción y los estudios contextuales.    
Pues bien, con este libro, afirmaba Freddy en cierta ocasión que conversamos, vendrían a poner cierre a su ocupación en el tema del pensamiento, constituyendo así una trilogía formada por Pensamiento contemporáneo, Debates contemporáneos, y ahora Pensamiento a debate, libros titulados casi a modo de juego o ejercicio silogístico, en donde los dos primeros funcionan como premisas, para mediante el último deducir una conclusión.
Un título sugerente, decíamos, en tanto que contiene en sí mismo un contenido y una incitación. Su contenido, la dupla pensamiento/pensador, particularmente la idea del pensamiento separado de los cuerpos –y temas a este conexos–, respecto del cual debemos tener en mente los planteamientos expuestos por los autores como los cuestionados por ellos, en lo que, en sus palabras, es una “iniciativa de debatir sobre algo que pocas veces se ha sometido a interrogatorio tan profundo como los que él somete a sus objetos” (13); y una incitación, no por el ejercicio de debatiente en que los autores confrontan otros puntos de vistas, sino por el hecho mismo de que sus proposiciones y valoraciones, que pueden parecer al lector controversiales y discutibles, de lo cual los autores están conscientes y lo muestran al calificar la obra de “libro bonzo (…que) se pega fuego a sí mismo” (13), invitan sin embargo a tomar parte, tal vez silenciosa, del debate.  
  Se trata de un libro que a sí mismo se presenta, tanto por cuanto las motivaciones de los autores como por su contenido y su composición. Al lector le será fácilmente observable la incidencia de las nuevas tecnologías en la estructuración, formal y eidética, de las argumentaciones.
La cuestión abordada podemos sintetizarla con palabras de los autores a como sigue: “La verdadera batalla de todos los tiempos ha sido, pues, entre el pensamiento y los cuerpos. Hasta hoy, ha triunfado aquel sobre éstos. El pensar separado, por fuera y encima de los cuerpos, es un invento de las religiones, refinado por la filosofía, la ciencia y la tecnología” (18). Reto actual es el paso o regreso del pensamiento a su propio asiento,  “de la episteme a la sabiduría; de la unión del mensaje al mensajero; del reintegro de la razón a los cuerpos” (83), en cuya dirección han avanzado filósofos y pensadores de la india, particularmente Osho, Jiddu Krishnamurti y U. G. Krishnamurti, decisivos en las reflexiones que Suarez y Quezada nos presentan, y a quienes integran en el que denominan Paradigma 82.
Durante la modernidad, este proceso atraviesa al menos tres etapas: la primera comprende el dominio del pensamiento eurocéntrico, desde Descartes hasta la época actual, en donde la fractura ontológica del ser humano que adquirió ciudadanía desde el pensamiento griego, persiste y profundiza.
Refiriéndose a ello, María Zambrano decía: “La filosofía, por su parte, no ha tomado tradicionalmente en consideración al cuerpo; sólo inevitablemente cuando se ha tratado de definir al hombre, entonces sí, ya no era posible eludir el hecho de que el hombre sea un ser corpóreo. Más aún esto no ha sido siempre así. Filosofías ha habido que no lo mencionaron siquiera, como si lo ´humano´ fuese una especie de razón descarnada”.
Durante esta época el pensamiento se comprende como solución. “Las premisas, fundamentos, procedimientos, fines y, en general, toda la lógica del conocimiento moderno –afirmas los autores–, reside en resolver problemas. Pensador que no resuelve problemas, pensador que no sirve. Pensamiento que empieza a dar más problemas de los que remedia, pensamiento que no sirve”. Y más adelante agregan: “Desde la linealidad de la ciencia newtoniana de la primera hora, no hemos podido desprendernos de la idea … que saber una cosa es la mitad de su solución y que la otra mitad, correrá a cargo de aplicar la ciencia pura a una técnica, o a una práctica que deberá ajustarse al canon causal” (62).
La segunda, etapa del descentramiento de eurocentrismo, con los decoloniales y el pensamiento queer, que pese a la crítica de la modernidad occidental, pese a haber situado el pensamiento como un problema, termina atrapada en la comprensión del pensamiento como solución;
La tercera, corresponde al grupo de pensadores hindúes con los que los autores se identifican, entre quienes “el pensamiento será señalado como problema” y no como solución, y “los pensadores, como separaciones del mismo fenómeno, serán el objeto” (39). De ahí una paradoja: la necesidad de reintegrar lo que hemos vivido en la ilusión de hallarse separado, y consecuentemente, “reintegrar lo que nunca ha estado separado” por ser términos inseparables de una misma realidad (45).
“Hasta hoy dominó el ´pensar es desprenderse´ descartiano –concluyen los autores–. De lo que se trata de aquí en adelante es de ´desprenderse del pensar´”.
“Cuando el pensador reconozca que los demás piensan tanto como él, se reconciliará con la gente y desaparecerá”. (77)

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