Asteroide B612

Soy un montón de cosas, parte de este Universo y como tal, parte de ustedes y viceversa. Un poco de socióloga,filósofa, escritora, poeta, pintora. Soy humana y toda la dimensión que implica esa palabra.

domingo, 6 de abril de 2008

¡Vaya, el tipo es un fenómeno!

¡Vaya, el tipo es un fenómeno!

“Hasta donde debemos, practicar las verdades”.
Silvio Rodríguez.


¡Vaya, el tipo es un fenómeno! Despego estas breves líneas, con esa expresión popular del pueblo cubano. Es como imposible dejar pasar desapercibido, el regreso a Nicaragua después de 25 años del poeta (para mí, eso es en principio) y cantautor Silvio Rodríguez. Más allá del “todo” que encierra su música, quiero reflexionar sobre el fenómeno social que desencadenó su regreso después de 25 años. Pude observar y sentir durante varias horas como se movía una heterogeneidad social, política, generacional, genérica, geográfica y cultural.

Imaginé encontrarme una fila con un montón de vejestorios cuarentones y cincuentones (por allí me incluyo yo) dispuestos a emprender un viaje al pasado, sentir por arte de magia el retorno del olor y color de las décadas de los setenta y ochenta. Me equivoqué. Observé desfilar como hormigas disciplinadas a personas de la tercera edad avanzada, mujeres y hombres con atuendos como para una función en el Teatro Nacional, gente sencilla, soñadores de revoluciones, madres solas con sus hijos e hijas, cheles palmados y cheles placas amarillas, personajes, en fin, un perfecto zoológico social.

Pero, lo más significativo fue la participación de la juventud. Eso me arrebató el aire, mientras a mi alrededor se diluían las generaciones de papel cebolla, esténciles y miguelitos. Me sorprendió una chavalada entre los 16 y los 22 años de edad, eran casi el 60 % de las personas asistentes. Por igual, andaban peluditos, potenciales artistas ocultos que revientan por dentro para que se les permita “ser”, los legatarios de sus padres y madres, los “gorritas nikes” con camaritas digitales o celulares como importados de un asteroide tecnológico, jeans y camisetas de sellitos “marca” y “paca”, fragancias europeas y pachulíes, en grupos, en pareja o solos, aspirantes a occidentales de segunda clase y mestizos, en fin de todo. Pero allí estaban. Y, como una tortilla de huevos -revueltos- sin importarles en ese momento “quién era quién”, su único objetivo era conocer y escuchar a Silvio.

Una vez más reafirmé mi tradicional escepticismo alrededor de uno de los tantos mitos fabricados por organismos para hacernos creer que “esta juventud es etérea, sin ningún interés por nada (¿O asfixiada por el sistema?), conflictiva (¿Y quién no lo fue en su adolescencia?), robotizada (¿Qué acaso es fácil el bombardeo de los medios?), sin ambiciones (¿Y cuál es el pan nuestro de cada día?) etc. Sentí, esa juventud expectante, participante y preactiva y se derrumbó el mito de esos organismos cuyo modus vivendi son los jóvenes para que sus funcionarios sigan llevando la “dolce vita”.

La disección y reflexión de ese paisaje pre-concierto, no fue nada en comparación cuando apareció Silvio en el escenario. La ovación, brincos y aplausos de la juventud en aquel momento son indescriptibles. Cantaron cada una de la letra de sus canciones y las que no sabían, fueron escuchadas como alumnos de primaria bien portados. ¿Por qué esto? ¿Qué tiene este tipo?

Silvio, encierra un todo, está más allá del bien y del mal, estruja y tira los discursos al basurero con la letra de sus canciones, es el hombre que cree, escribe y canta en presente. Es la canción poética y filosófica profunda sobre la vida misma en todas sus dimensiones: simple y compleja, sonora y a veces muy silente, híbrido cósmico y terrenal, despojada de promesas y cursilerías sobre el amor, cargada de verdades, dolores y felicidad, carismática….capaz de llenar cualquier vacío y de hacer catarsis. Y es por ello, que los jóvenes en la búsqueda de ese “algo”, la defensa – sin saberlo – de su identidad deshojada por la globalización y banda de cómplices (llámense por favor, políticos) que no la vivimos nosotros (una pila de románticos amantes de las revoluciones, creyentes de discursos y sin asco a la vida) se encontraban allí.

No existe “condición “X, Y o Z” para que la música de Silvio sea escuchada y admirada. Simboliza a la Revolución Cubana, el gobierno de la Unidad Popular, el aliento moral de los movimientos revolucionarios en América Latina, el personaje de un barrio, la naturaleza, los amantes, el amor, el trabajo, al cosmos. Encarna la cotidianeidad siendo capaz de arrancar lágrimas en una joven de 20 años, ese domingo 2 de Marzo 2008, cuando escuchaba “Gaviota”.

Nuestra juventud espera y cree en un Rabo de Nube. Así como yo. Gracias Silvio, por esa maravillosa noche llena de poesía, estrellas y verdades; sobre mi vida, la de aquel y la del otro. Tu música no pertenece a nadie: es de todas y todos. Derrumba los muros tecnológicos, a Daddy Yankee, Metálica, desnuda al inaguantable poder despintado y penetra por las fisuras más recónditas de cada espacio. ¡Sos un fenómeno hermano!

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