Raíces viejas
Por Aurora Suárez
Aún permanece vivo en mí, el recuerdo sonoro del motor de la panga que me desplazó hace algunos unos meses por las comunidades costeras del litoral sur y los ríos más importantes en
Nicaragua es un país privilegiado en la región centroamericana en materia jurídica y legal. Ha suscrito diversos convenios, tratados y pactos internacionales vinculantes. Y en muchos casos han surgido novedosas y pertinentes iniciativas legislativas nacionales. Tal es el caso del Estatuto de Autonomía de las Regiones de
Se podría afirmar que la “mesa ha estado servida” para los costeños. Los aires de “unidad en la diversidad”, no son más que discursos y la pretensión de añadir “aquellos” al “todo” desde la óptica del poder y así, expandir y ejercer su control. Algo parecido al amor y el odio.
Paradójicamente, la protección y promoción de estos derechos por parte del Estado suenan a burla. Han transcurrido 21 años y en la práctica la autonomía continúa siendo una “utopía” para los costeños. Nunca las élites nacionales controladoras del aparato estatal, han dispuesto de voluntad política, mucho menos de recursos, para posibilitar un desarrollo autónomo de
Ni los U$ 17,353,254.96 de fondos (Informe RAAN. Huracán Félix.ONU. Diciembre, 2007) destinados de septiembre a noviembre del
De nada sirve contar con todo un andamiaje jurídico-legal y comulgar con los nuevos paradigmas (“cultura compartida”, “interculturalidad”, etc.). Todo es una ilusión fabricada desde el poder. Sólo los ingenuos creen en una relación de matrimonio entre diversas culturas, quizás pudiese existir una pero de conveniencia, en la que ambos se engañan para tolerarse y sobrevivir, que es muy distinto. Evidentemente, las diferencias son tan “objetivas” (recursos naturales, poder político) como “subjetivas” (costumbres, tradiciones) aunque se ha insistido en adjudicarle a esta última la prioridad en la dicotomía existente para ocultar el expansionismo político y el beneficio económico del poder. No es en vano: la RAAN posee la mayor reserva forestal y exportaciones pesqueras del país (alrededor del 70%).
Además, encontramos con la singularidad que los conflictos étnicos en la RAAN han surgido a raíz de los conflictos políticos utilizados por líderes o grupos de líderes seducidos o rebeldes al poder (muchos de ellos representantes en los famosos “diálogos”), más que de una conciencia colectiva. Y por el lado del poder, estos han sido instrumentalizados.
Estos conflictos “entre y con” grupos étnicos y comunidades indígenas es la espuma desbordante del rechazo a la alteridad, al “otro”. Un escenario parecido al libro inconcluso que guardamos un tiempo y luego lo sacamos para continuar su lectura, tratando de redescubrir lo pasado y olvidando el presente: por eso nunca logramos comprenderlo. Es volver a hundirse o disiparse en espejismos; para agarrar aire y diseñar otras modalidades de antagonismos mientras llega el próximo desencanto… A fin de cuentas, buscar la paz y la felicidad a través de la confrontación. Similar al círculo vicioso de las componendas políticas, seguimos jugando a la libertad.
¿Qué más puedo decirles? ¿Por qué no dejarlos ser? ¿Por qué buscar lo que ya se tiene?
O acaso, nunca existieron hasta que los “reconocimos”. Me gustaría finalizar estas reflexiones tarareando una canción famosa de Los Beatles, que tan de moda están ahora en nuestro país:“Lets it be”. La retórica nuevamente perdió validez, pero los intereses siguen primando. ¿Hasta cuándo dejaremos de vernos en el espejo del otro para ser ellos o viceversa? No se olviden, la Costa, siempre ha estado despierta.
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