Asteroide B612

Soy un montón de cosas, parte de este Universo y como tal, parte de ustedes y viceversa. Un poco de socióloga,filósofa, escritora, poeta, pintora. Soy humana y toda la dimensión que implica esa palabra.

miércoles, 30 de abril de 2008

Fogones limpios, ollas brillantes


Fogones limpios, ollas brillantes

Por Aurora Suárez

Desde hace ratos se está abordando en los medios de comunicación el tema del hambre como si fuese algo nuevo en los sistemas o modelos pasados y actuales de nuestras sociedades. Las discusiones alrededor de la aplicación de este concepto ha generado diversos enfoques para su comprensión: fisiológico (centro regulador hipotalámico), sicológicos (preferencias alimentarias) y socio-antropológico (herencia cultural que determina el estado de hambre). Sin duda alguna, cada una de las teorías formuladas (homeostática, reflejo trópico, drive, etc.) para soportar dichos enfoques, son piezas de un rompecabezas que aún no termina de armarse y el debate continúa abierto.

Generalmente, interrelacionamos mecánicamente el “hambre con comer”. Una persona puede comer sin sentir hambre y viceversa o bien negárselo por motivaciones personales como políticas (huelguistas), religiosas (ayunos) o estéticas (las famosas dietas), de tal manera que la capacidad para ingerir o no alimentos no es condición sine qua non para determinar si alguien padece de hambre o no. Eso hay que dejarlo claro en primera instancia.

Si podríamos decir que el hambre es un estado de necesidad de elementos nutricionales derivado de la privación alimentaria en un tiempo determinado por factores multicausales. Pretender conceptualizarlo de manera absoluta constituye un grave error.

En Nicaragua no hay donde perderse. La falta de la disponibilidad (oferta nacional o suministro interno anual de alimentos básicos para consumo humano).y el acceso (físico, social y económico a los alimentos) constituyen los ejes centrales de la crítica situación y condición de inseguridad alimentaria; que adicionándoles como ingredientes el consumo (hábitos) y la utilización biológica de los alimentos (estado de absorción óptimo de los mismos por nuestro cuerpo) son causales determinantes del hambre y consecuentemente, de la desnutrición en sus diversas manifestaciones. Estas causas no son nada nuevo, pero sí eternamente ignoradas por grupos de poder político y económico.

Para lograr esta disponibilidad se requiere de un modelo de producción agropecuaria que responda en principio, a satisfacer las demandas alimenticias de consumo interno y crear las condiciones para que funcione una estructura social y económica (tierra, infraestructura, tecnología, precios, comercialización, etc.) que proteja la producción campesina y garantice una seguridad alimentaria y nutricional a la población.

Contrario a estas premisas, en los últimos dieciocho años en nuestro país, son los conglomerados exportadores quienes han sido los beneficiarios de las políticas del sector agropecuario (financiamiento, subsidios, etc.) .y no los productores de subsistencia o en pequeña escala, familias campesinas encabezadas por mujeres, campesinos sin tierra, trabajadores agrícolas o jornaleros o productores ganaderos en pequeña escala y agropastoralistas quienes son los que realmente pueden garantizar la producción de autoconsumo o consumo interno para superar la dependencia y así podamos atrevernos hablar de soberanía alimentaria. Por ejemplo, romper la dependencia de las exportaciones de granos básicos y garantizar lo que necesitamos comer en cantidad y calidad. No podemos obviar en este escenario, los últimos tratados comerciales y las desventajas competitivas para nuestros productores con relación a los productos agropecuarios subvencionados por los países metropolitanos, lo cual tenderá tarde o temprano a intensificar la dependencia alimentaria externa.

Para lograr el acceso a los alimentos debe existir simetría entre los ingresos y el precio de los alimentos de la Canasta Básica Alimentaria (CBA). Algo como imposible en Nicaragua, donde el 39 % de la población vive con menos de un dólar y un 76 %, sobrevive con menos de dos dólares al día. En una familia promedio de seis miembros, se gasta sólo en alimentos C$ 2,392.0 y el valor de CBA es de C$ 2,030.45 y sólo perciben un salario entre C$ 1,025.90 y C$ 2,381.7 (MAGFOR, BCN, MITRAB. 2007). Evidentemente, el acceso es precario. Un dato más, el 70.2 % de hogares en el país apenas logran cubrir sus necesidades por debajo de lo recomendado en la CBA.

Todas las estrategias dirigidas al sector, no son y nunca han sido (a veces, en breves períodos “emocionales” políticos) preventivas sino más bien paliativas (congelar precios, otorgar semillas, etc.). Se continúan ofreciendo recetas viejas y caducas de folletos abandonados en estantes de muchos Centros de Documentación. Resulta más fácil engañar el estómago de la población con ayudas alimentarias (que su razón de ser es ayudar a las personas víctimas de desastres naturales, guerras, migrantes, entre otras), inventar huertitos, regalar animalitos con la esperanza de crear un fondo revolvente mientras suenan los tambores en el estómago y el campo agoniza de aridez.

Resulta inverosímil e irónico que sean los organismos internacionales (como el FMI) y agencias de cooperación quienes tengan que anunciarnos la alerta de: ¡Hambre¡ ¡Pobreza¡ para hacerlas creíbles, legítimas…y sólo así lograr mover a los funcionarios a revisar sus manualitos de desarrollo rural para volver a descubrir el agua caliente que, para producir en un país como éste, en principio se necesita: seguridad en la propiedad de la tierra, financiamiento y asistencia técnica para los pequeños y medianos productores. Y por supuesto, no es la vaquita o el cerdito (la primera, alcancía ambulante en el campo y muy seguro condenada al sacrificio, es decir, a su venta) quienes van a resolver el problema del hambre y la desnutrición latente.

Se necesita comenzar con una recontrarreforma o reforma agraria integral que de respuesta a la heterogeneidad social y territorial del país (para muchas personas esto suena a herejía o a socialismo plantearlo en pleno siglo XXI), ya que siempre se ha hecho mal o a medias. Es por ello que celebro la lucidez del recién electo Presidente del Paraguay, Fernando Lugo, quien anunció una reforma agraria integral. No está perdido.

(Pregunta histórica e impertinente: ¿Por qué y a qué se debe que nuestros pueblos precolombinos como los incas alcanzaran una dieta per cápita de 2,420 kilocalorías?)

De lo contrario, seguiremos alzando barriletes: ¿Hacia dónde va la producción? ¿Qué vamos a comer? ¿Seguiremos cargando con la dependencia en las exportaciones del arroz? ¡¿Cuál es la estrategia al sector agropecuario?¡ Y sólo encontramos discursos filosóficos de los años setenta: el campesino va y el campesino viene, pobre el campesino…Mientras un 27.2 % de niños y niñas en edades de seis a nueve años de edad presentan desnutrición crónica su talla (moderada y severa) y el nivel de suficiencia energética en el 49% de los hogares se encuentran en un estado crítico-deficiente y, estas cifras van en ascenso.

Estoy clara que dar recomendaciones y aún más, brindar soluciones es cómodo. Pero, el hambre no es aquel que leímos y nos arrebató el corazón en El Lazarillo de Tormes: aquí está, siempre ha existido y persiste. No es una novedad. Se palpa en las costillas de los niños y niñas, cabellos ralos y decolorados, las recurrentes enfermedades diarreicas y respiratorias agudas, baja capacidad de aprendizaje, etc. Se habla discursivamente sobre soberanía alimentaria, seguridad alimentaria y reducir los niveles de desnutrición crónica sin saber qué significan, la responsabilidad que implican y las consecuencias que acarrean. De lo contrario, existiría otro escenario.


¿Y cómo la estarán o estamos pasando la gran masa del sector urbano como los jubilados, desempleados, trabajadores del sector informal, niños y niñas de la calle, discapacitados, migrantes del campo hacia la ciudad? Lo imagino y lo vivo hasta cierto punto. Por mucho rato tendremos en el campo los fogones limpios y en la ciudad, las ollas brillantes.

jueves, 10 de abril de 2008

Raíces viejas

Raíces viejas

Raíces viejas

Por Aurora Suárez

Aún permanece vivo en mí, el recuerdo sonoro del motor de la panga que me desplazó hace algunos unos meses por las comunidades costeras del litoral sur y los ríos más importantes en la Región Autónoma del Atlántico Norte de Nicaragua (RAAN), pero aún más, el presente que se vive con olor a raíces viejas. Raíces viejas como metáforas de grupos étnicos y comunidades indígenas, luchando para ser reconocidos en igualdad, respeto, independencia y libertad. Todos esos conceptos generales y trillados en los cuales a veces caemos en la trampa de convertirlos en discursivos para ganarnos el mérito de personas de buena voluntad o para congraciarnos con el poder o sus súbditos con una ligera dosis de mesianismo.


Nicaragua es un país privilegiado en la región centroamericana en materia jurídica y legal. Ha suscrito diversos convenios, tratados y pactos internacionales vinculantes. Y en muchos casos han surgido novedosas y pertinentes iniciativas legislativas nacionales. Tal es el caso del Estatuto de Autonomía de las Regiones de la Costa Atlántica aprobado por la Asamblea Nacional en 1987 y reglamentado en 2003, el cual además del germen bélico que le precedió a su formulación, también es hijo de la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas promulgada por la ONU. Y por encima de todo, nuestra Constitución establece que Nicaragua es de naturaleza multiétnica y el Estado reconoce la existencia de los pueblos indígenas que gozan de derechos y garantías.


Se podría afirmar que la “mesa ha estado servida” para los costeños. Los aires de “unidad en la diversidad”, no son más que discursos y la pretensión de añadir “aquellos” al “todo” desde la óptica del poder y así, expandir y ejercer su control. Algo parecido al amor y el odio.


Paradójicamente, la protección y promoción de estos derechos por parte del Estado suenan a burla. Han transcurrido 21 años y en la práctica la autonomía continúa siendo una “utopía” para los costeños. Nunca las élites nacionales controladoras del aparato estatal, han dispuesto de voluntad política, mucho menos de recursos, para posibilitar un desarrollo autónomo de la Costa Caribe nicaragüense, el cual se evidencia en los altos porcentajes de pobreza y pobreza extrema (sólo en Prinzapolka se registra un 92% de la población como pobre) e insuficientes servicios básicos (el 14 % de la población está conectada a la red eléctrica similar el acceso al agua potable), entre tantas cosas.


Ni los U$ 17,353,254.96 de fondos (Informe RAAN. Huracán Félix.ONU. Diciembre, 2007) destinados de septiembre a noviembre del 2007 a la RAAN por el Sistema de las Naciones Unidas, han sido suficientes para satisfacer las demandas de la población afectada por el Huracán Félix, por que éstas son históricas, como parte de esa historia trágica donde lo que ha prevalecido es el abuso y la marginación hasta nuestro días, sino, veamos los recientes hechos violentos.


De nada sirve contar con todo un andamiaje jurídico-legal y comulgar con los nuevos paradigmas (“cultura compartida”, “interculturalidad”, etc.). Todo es una ilusión fabricada desde el poder. Sólo los ingenuos creen en una relación de matrimonio entre diversas culturas, quizás pudiese existir una pero de conveniencia, en la que ambos se engañan para tolerarse y sobrevivir, que es muy distinto. Evidentemente, las diferencias son tan “objetivas” (recursos naturales, poder político) como “subjetivas” (costumbres, tradiciones) aunque se ha insistido en adjudicarle a esta última la prioridad en la dicotomía existente para ocultar el expansionismo político y el beneficio económico del poder. No es en vano: la RAAN posee la mayor reserva forestal y exportaciones pesqueras del país (alrededor del 70%).


Además, encontramos con la singularidad que los conflictos étnicos en la RAAN han surgido a raíz de los conflictos políticos utilizados por líderes o grupos de líderes seducidos o rebeldes al poder (muchos de ellos representantes en los famosos “diálogos”), más que de una conciencia colectiva. Y por el lado del poder, estos han sido instrumentalizados.


Estos conflictos “entre y con” grupos étnicos y comunidades indígenas es la espuma desbordante del rechazo a la alteridad, al “otro”. Un escenario parecido al libro inconcluso que guardamos un tiempo y luego lo sacamos para continuar su lectura, tratando de redescubrir lo pasado y olvidando el presente: por eso nunca logramos comprenderlo. Es volver a hundirse o disiparse en espejismos; para agarrar aire y diseñar otras modalidades de antagonismos mientras llega el próximo desencanto… A fin de cuentas, buscar la paz y la felicidad a través de la confrontación. Similar al círculo vicioso de las componendas políticas, seguimos jugando a la libertad.


¿Qué más puedo decirles? ¿Por qué no dejarlos ser? ¿Por qué buscar lo que ya se tiene?


O acaso, nunca existieron hasta que los “reconocimos”. Me gustaría finalizar estas reflexiones tarareando una canción famosa de Los Beatles, que tan de moda están ahora en nuestro país:“Lets it be”. La retórica nuevamente perdió validez, pero los intereses siguen primando. ¿Hasta cuándo dejaremos de vernos en el espejo del otro para ser ellos o viceversa? No se olviden, la Costa, siempre ha estado despierta.




domingo, 6 de abril de 2008

¡Vaya, el tipo es un fenómeno!

¡Vaya, el tipo es un fenómeno!

“Hasta donde debemos, practicar las verdades”.
Silvio Rodríguez.


¡Vaya, el tipo es un fenómeno! Despego estas breves líneas, con esa expresión popular del pueblo cubano. Es como imposible dejar pasar desapercibido, el regreso a Nicaragua después de 25 años del poeta (para mí, eso es en principio) y cantautor Silvio Rodríguez. Más allá del “todo” que encierra su música, quiero reflexionar sobre el fenómeno social que desencadenó su regreso después de 25 años. Pude observar y sentir durante varias horas como se movía una heterogeneidad social, política, generacional, genérica, geográfica y cultural.

Imaginé encontrarme una fila con un montón de vejestorios cuarentones y cincuentones (por allí me incluyo yo) dispuestos a emprender un viaje al pasado, sentir por arte de magia el retorno del olor y color de las décadas de los setenta y ochenta. Me equivoqué. Observé desfilar como hormigas disciplinadas a personas de la tercera edad avanzada, mujeres y hombres con atuendos como para una función en el Teatro Nacional, gente sencilla, soñadores de revoluciones, madres solas con sus hijos e hijas, cheles palmados y cheles placas amarillas, personajes, en fin, un perfecto zoológico social.

Pero, lo más significativo fue la participación de la juventud. Eso me arrebató el aire, mientras a mi alrededor se diluían las generaciones de papel cebolla, esténciles y miguelitos. Me sorprendió una chavalada entre los 16 y los 22 años de edad, eran casi el 60 % de las personas asistentes. Por igual, andaban peluditos, potenciales artistas ocultos que revientan por dentro para que se les permita “ser”, los legatarios de sus padres y madres, los “gorritas nikes” con camaritas digitales o celulares como importados de un asteroide tecnológico, jeans y camisetas de sellitos “marca” y “paca”, fragancias europeas y pachulíes, en grupos, en pareja o solos, aspirantes a occidentales de segunda clase y mestizos, en fin de todo. Pero allí estaban. Y, como una tortilla de huevos -revueltos- sin importarles en ese momento “quién era quién”, su único objetivo era conocer y escuchar a Silvio.

Una vez más reafirmé mi tradicional escepticismo alrededor de uno de los tantos mitos fabricados por organismos para hacernos creer que “esta juventud es etérea, sin ningún interés por nada (¿O asfixiada por el sistema?), conflictiva (¿Y quién no lo fue en su adolescencia?), robotizada (¿Qué acaso es fácil el bombardeo de los medios?), sin ambiciones (¿Y cuál es el pan nuestro de cada día?) etc. Sentí, esa juventud expectante, participante y preactiva y se derrumbó el mito de esos organismos cuyo modus vivendi son los jóvenes para que sus funcionarios sigan llevando la “dolce vita”.

La disección y reflexión de ese paisaje pre-concierto, no fue nada en comparación cuando apareció Silvio en el escenario. La ovación, brincos y aplausos de la juventud en aquel momento son indescriptibles. Cantaron cada una de la letra de sus canciones y las que no sabían, fueron escuchadas como alumnos de primaria bien portados. ¿Por qué esto? ¿Qué tiene este tipo?

Silvio, encierra un todo, está más allá del bien y del mal, estruja y tira los discursos al basurero con la letra de sus canciones, es el hombre que cree, escribe y canta en presente. Es la canción poética y filosófica profunda sobre la vida misma en todas sus dimensiones: simple y compleja, sonora y a veces muy silente, híbrido cósmico y terrenal, despojada de promesas y cursilerías sobre el amor, cargada de verdades, dolores y felicidad, carismática….capaz de llenar cualquier vacío y de hacer catarsis. Y es por ello, que los jóvenes en la búsqueda de ese “algo”, la defensa – sin saberlo – de su identidad deshojada por la globalización y banda de cómplices (llámense por favor, políticos) que no la vivimos nosotros (una pila de románticos amantes de las revoluciones, creyentes de discursos y sin asco a la vida) se encontraban allí.

No existe “condición “X, Y o Z” para que la música de Silvio sea escuchada y admirada. Simboliza a la Revolución Cubana, el gobierno de la Unidad Popular, el aliento moral de los movimientos revolucionarios en América Latina, el personaje de un barrio, la naturaleza, los amantes, el amor, el trabajo, al cosmos. Encarna la cotidianeidad siendo capaz de arrancar lágrimas en una joven de 20 años, ese domingo 2 de Marzo 2008, cuando escuchaba “Gaviota”.

Nuestra juventud espera y cree en un Rabo de Nube. Así como yo. Gracias Silvio, por esa maravillosa noche llena de poesía, estrellas y verdades; sobre mi vida, la de aquel y la del otro. Tu música no pertenece a nadie: es de todas y todos. Derrumba los muros tecnológicos, a Daddy Yankee, Metálica, desnuda al inaguantable poder despintado y penetra por las fisuras más recónditas de cada espacio. ¡Sos un fenómeno hermano!