Desde
mis pupilas: La expo de Canifrú en Chile.
Por
Aurora Suárez
Este breve escrito no pretende ser una crítica de arte a la Exposición Nicaragua en mis pupilas de Víctor Canifrú (Chile, 1950), más bien unos comentarios que me siento complacida de poder compartirlos desde mis pupilas; testigos del crecer de la pintura en las manos de este agudo pintor chileno: extranjero en su tierra, un extranjero en sí mismo.
Canifrú logra combinar la sobriedad de sus trazos con una pasión profunda puesta en los colores en todas sus obras: deleites monocromáticos, en donde el frío, pasivo y desolador azul, – desde el azul puro que se trasmuta hasta sus frecuencias más bajas como es el verde, y en las más altas, al violeta, con toda su intensidad predomina en el escenario pictórico. Ciertamente, el azul arrebata al pintor ¿Se imaginan una “Primavera azul”?
Con magnificencia desborda, destiñe y combina la fuerza de estos colores de forma extravagante; unas veces más claros, en otras más oscuros. Tal a como decía Pierre Bonnar, ”El arte de la pintura consiste en aclarar y oscurecer los tonos sin decorarlos”. Junto con el azul, el verde y el violeta, se suma la magia y alegría del color amarillo que salta a la vista del espectador en “Barca sola”. Se puede percibir en cada uno de ellos el calor, la humedad o el frío envuelto por un ambiente calinoso, lleno de enigmas, figuras filiformes, y un fondo profundo que atrapa. Canifrú maneja con admirable equilibrio y destreza el color y las formas, logrando una unidad y equilibrio con ellas. El juego de planos, capas y tonalidades desatan una cierta ilusión magnífica de espejismo, como se puede apreciar en “Venus”.
Al cruzar “La puerta del tiempo” (por cierto, teñida de azul), se intuye y descubre simbólicamente una invitación a conocer esta morada, el sentido y significado atribuido por el pintor a Nicaragua; su paisaje, cultura, gente, lugares y trozos de su historia que con genuina expresividad, realismo y originalidad, también muestra en su pintura, “Yo soy de un pueblo”.
La mujer en sus diversas dimensiones; sensual, gestante, trabajadora, ocupa un lugar destacable en su colección, y otros elementos autóctonos, como una flor, lugares significativos, personajes desconocidos que encierran historias en la vida del pintor, que con sencillez desnuda asoman el rostro de la alegría, soledad o abandono que no lo socavó en su esencia, en su dignidad a través de varias décadas. El pintor se fragmenta, en cada pintura: juntas son todo él, los sueños interminables que ahora cuelga en paredes y comparte en esta Expo.
Nuevamente Canifrú, sorprende y nos grita desde su silencio de monje que si el mundo fuese claro, el arte no existiría (El Extranjero, Camus). Celebro y felicito esta nueva etapa en su arte; más maduro y con elementos novedosos como, los trípticos. Estas pinturas de tierras lejanas que enseñan, lo que ahora él está aprendiendo de su tierra, son el intervalo entre el pasado y el presente, para luego, internarse en los abismos de sí mismo, sin olvidar – parafraseando a Da Vinci, que la pintura es poesía muda, que se ve sin oír.
Noviembre 16, 2014
Managua, Nicaragua
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