El hueco vacío
Hace unos días un compañero me decía casi a reclamos por qué ya no escribía en el periódico, le contesté: siempre escribo, pero ahora en el cielo. Después de un buen rato de no sentirme animada en hacerlo para el “público”, decidí escribir algunas reflexiones sobre la decisión tomada por el Ministerio de Educación en retirar la comida “chatarra” de los kioskos escolares, lo cual me llenó de gran alegría por las implicancias que esta tiene sobre el estado de salud y nutrición de nuestra población infantil y aún más, por los estados de desnutrición existentes en este segmento poblacional que se encuentra entre los más elevados en América Latina.
Sorprendentemente, la respuesta de una periodista del periódico donde acostumbro a escribir fue: redúzcalo (tenía mil caracteres), hágalo ameno y para que la gente se “divierta”. Me convencí una vez más de la miseria multidisciplinaria de una buena parte del sector profesional de la comunicación.
Ciertamente, en un país polarizado políticamente esa no es una información relevante o bien, para oxigenarse del humo del tren en que andamos, pareciera necesario escribir comics para divertir a la gente o no salir del encasillamiento político.
Los problemas sociales, eternamente relegados por los Gobiernos partiendo de su calificación en el presupuesto como un “gasto” y no una “inversión”, no forman parte de la agenda de los medios de comunicación, el abordaje, cuando llega a producirse tiene una connotación de “servicio social” o “notas rojas”: niña violentada, caso de niño nefrítico necesita ayuda, le dejaron las pinzas en el estómago, etc. Difícilmente se encuentran artículos serios al respeto. Esta carencia en el gremio de los comunicadores, denota la ausencia de una visión integral sobre el escenario nacional.
Me pregunto ¿Qué aprenden? ¿Qué les enseñan? De algo estoy muy segura, como están de moda las TICs (tecnologías de información y comunicación), una gran parte de su tiempo es invertido en ello: diseñar blogs, montar videos, entre otros. No estoy en desacuerdo, pero las TICs son una herramienta, un medio y no deben constituir el “eje” o “fin” de una carrera de comunicación, para eso están los ingenieros en computación o programadores. No obstante, es meritorio reconocer y aclarar que los perfiles de formación difieren de una Universidad a otra, por lo que no se puede juzgar o generalizar. He leído artículos y comentarios en blogs de estudiantes de la carrera de comunicación, con horrores ortográficos inaceptables o bien, solo basta escuchar un telenoticiero para medir el pulso de su formación.
Se experimenta una sensación, en algún momento, de un estudiantado de secundaria: escriben sobre música, refritos académicos, el último amor, y dificultosamente temas sobre la selva en que vivimos; pobreza, producción, medio ambiente, etnias, entre otros aspectos de interés que sí constituyen serios problemas en este país y no son puestos sobre el tapete para generar debates y presionar a los tomadores de decisión.
Bien sabemos que son un poder. Pero ese poder, al servicio de intereses generalmente, no llena las expectativas de las necesidades de información que deben circular en este país. Ya decía Vatchi “no es ninguna deshonra no saber; la deshonra es no querer aprender”, así que estamos a tiempo de que el personal académico tome conciencia de esto y no conviertan sus conferencias en “espacios de realización personal” y realmente formen hombres y mujeres comunicadores.