Asteroide B612

Soy un montón de cosas, parte de este Universo y como tal, parte de ustedes y viceversa. Un poco de socióloga,filósofa, escritora, poeta, pintora. Soy humana y toda la dimensión que implica esa palabra.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Mis mejores deseos

por Aurora Suárez
AÑO NUEVO

Unas veces nos desgastamos tanto y nos diluimos en banalidades que nos han hecho creer que son importantes y lo que nos comienza a atrapar lentamente para convertirme de nuevo en aquello que a su tiempo observamos como el andar del revoloteo de mariposas o la luz incesante esperando por lo que simple y sencillamente vivo: Aprendiendo lo no vivido, desempolvando los buenos amores, lanzando al agua los frascos de lágrimas guardadas, pidiéndole a lo cristalino del río que proyecte mi sonrisa después de aquel primer beso y la energía a mi cuerpo cuando hice el amor por vez primera.

Pido a la vida, reencantarme siempre de mis libros de cabecera, sabidurías sin fin; no dejar de decir lo que pienso y siento y seguir rebelándome ante el poder. Amar el calor de mi hombre-amante-novio (¡no sé cómo llamarle¡) en la cama, sus ronquidos, pereza matutina, sexo maduro y encanto de niño. Deseo colmarme, de la sencillez del campo, la ingenuidad de un principesco (mi nieto), la inocencia de un buen cristiano y la dignidad de un revolucionario que la historia no recuerda.

Les confieso que marco o señalo como año nuevo en el calendario, la fecha de mi cumpleaños. El "otro" año nuevo, el impuesto por la cultura occidental en principio, y reforzado por el capitalismo: no es el mío. Ni modo, me sumo a él para compartirlo con Ustedes (aunque escépticamente) y es por ello que deseo enviarles y desearles un montón de cosas lindas, entre ellas, compartir un secreto (no creo en promesas) con Ustedes...dedicarme más a esta página para que me continúen conociendo quienes ya lo han hecho ¡Que la pasen bien¡ Abrazos y...Feliz Año Nuevo.

Ya te seguiremos, Alvaro, pero sin prisas

AUNQUE NO TENGAMOS PRISA, YA TE SEGUIREMOS, ÁLVARO

Por Aurora Suárez y Freddy Quezada

La muerte desde hace tiempo no nos sorprende, sólo el inmenso dolor que confiere cuando se manifiesta: impredecible, a veces inmensurable o bien, pasajero. Hemos criticado desde siempre, el hecho de ensalzar a las personas que mueren. Generalmente, son disparos repentinos de letanías ensalzantes de sus virtudes y defectos cuando en vida o lo más común, sobre su legado profesional, intelectual y político…y muy poco, sobre el lado humano, como si el único fin y fruto de la vida se redujera a lo primero. Es decir, las personas desilustradas, sin registros inventivos o carreras radiantes, parecieran no ser importantes.

Violentando todas esas normas, más bien les llamaríamos “vicios sociales” que nos escinden, queremos compartir el otro lado de Álvaro, nuestro amigo y hermano en principio; gran poeta, crítico y pensador. En el Museo de Rivas, donde se efectuó su vela le acompañaron familiares, amistades de siempre, letrados rivenses y cinco amigos de Managua. Fue una noche extraña, de esas indefinibles. Un volver atrás a los tiempos coloniales, marcados por la reverencia y los formalismos, sin excesos de ninguna índole, silente, discreta. Una noche reencarnando al Álvaro-niño, Álvaro-adolescente; apartado, atrapado por la lectura y las reflexiones, escuchando el rumor lejano del Lago arrastrado por el viento. Muchos pensarán en este preciso momento: ¡Nada que ver esa vela con Álvaro¡ Algunos que realmente lo conocimos además por el “otro lado”; desde sus tristezas, angustias y soledades, experimentamos placer porque estábamos compartiendo con él, esa comunión familiar, íntima, a como fue su vida personal. No la de noches bohemias, amaneceres sin sol, adulaciones frías, comidas heladas de la fritanga, promesas no cumplidas o conversaciones encasilladas en lo estrictamente intelectual. No la de las Instituciones o élites poéticas e intelectuales que reverdecían con su presencia pero que estuvieron ausentes en los últimos tiempos. Esos y ésas, no estaban.

¿Cómo eras realmente? El de las confesiones telefónicas matutinas o nocturnas para darle aliento a tu vida, amante del té frío de durazno o rosa de jamaica compartidos con placer, el depositario de secretos y conspiraciones dichas al oído, el disfrute en conocer la magia cibernética, la pasión por la lectura (Cioran, fue una de sus últimas adicciones), el disfrute de la comida (sin límites, sobretodo la italiana) la fabricación de caricaturas verbales (apodos, a como “decentemente” les llama Iván Uriarte), la pasión por la música (desde Erick Clapton, pasando por el Bossa Nova, Piazzolla hasta Silvio Rodríguez), la sencillez de compartir con alegría sus últimos poemas, llevándolos bajo el brazo, todavía con tachones para leérnoslos, reconocer las virtudes humanas, ser la intersección de los mundos que deambulan en el espacio de la poesía nicaragüense, el desinterés por figurar y el no dejarse seducir por el poder. Enseñarnos a saborear la poesía, comerla hasta la saciedad. Desnudarse ante todos a través de ella, como es el caso de su última obra “Tierra sin tiempo”, esencialmente premonitorio: su encuentro, aceptación o resignación ante la muerte, a la que no temía pero, si sabía que tenía cosas pendientes aún por producir.

De eso quedamos claros, los muy cercanos a él. Álvaro se encontraba en un momento muy cercano al clímax de su consagración como un gran poeta y pensador. En la presentación del último libro de Iván Uriarte, su crítica literaria fue más que eso, una lectura filosófica de la misma. Rompió con el mito filosofía vs. poesía, basado en la frase de la Zambrano que dice algo así: “el filósofo busca, el poeta encuentra”.

Resulta imposible en este escrito, emergido desde lo más profundo, omitir comentarios sobre la filosofía de Álvaro. Se podría decir que terminó anclada cada vez más en un placer y un dolor situados simultáneamente en ambos cuadrantes. Tal testimonio se puede identificar en “Tierra sin tiempo”, el que explicaría su afición postrera por Cioran y la búsqueda religiosa de un sentido. Encontrar el dolor sadiano de un placer no obtenido (Fémina Suite), y el placer cristiano de un sacrificio buscado (La corona de espinas). Uno en el otro, y el otro en uno.

¿Han visto esa película de Scorsese, “Los Infiltrados”, donde el “malo” (Matt Damon) dentro de los “buenos”, llama al “bueno” (Leonardo Di Caprio) dentro de los “malos” y ambos saben quién está detrás de cada celular, pero no se dicen absolutamente nada? Como si el yin yan estuviera a la escucha de sí mismo. Se abre entonces un silencio, poético y terrible, como el que usa Álvaro para descargar “Tierra sin tiempo”. Ese silencio de Scorsese, es la autopoiesis de Álvaro (al fin y al cabo, artistas ambos). Ese silencio creador es el instante en que se instalan los seres sencillos y los poetas, desde donde nos llaman y a donde seguramente parten cuando mueren.

Otro aspecto en la obra alvariana, es el tiempo; una de las razones por las que creemos que no se pueden conocer a los demás. Es el tiempo autopoiético que pasa, destruye y crea a la vez, anulando los conceptos de los que quedamos colgados los intelectuales, mientras los objetos se mudan, nos ignoran, nos incorporan, nos mezclan, nos trituran, nos cambian y luego vuelven a aparecer irreconocibles, en el momento en que todavía seguimos con ellos, creyéndolos sólidos. “Nunca nadie termina de redondear lo suyo/, la intransferible historia/, las formas del enigma/, la esperanza de antemano incendiada. (…) El tiempo pasa sin pronunciar su juicio (…) y siempre en despedida!


Sólo nos resta decir querido amigo y hermano, que fuiste simple y sencillamente un hombre bello. Ya te seguiremos inexorablemente, aunque no tenemos prisa, Alvarito: Nuestro cariño, admiración y respeto para vos por siempre.

martes, 4 de diciembre de 2007

La importancia de los no importantes

¡Hola amigas y amigos¡ Después de mucho tiempo fuera de "órbita" por razones laborales sobre lo cual escribiré algo un día de estos, quiero compartir con Ustedes un artículo de Frei Betto, que creo es de utilidad para la reflexión en esta época atrapada por el consumismo. Saludes y que estén bien.


La importancia de los no importantes

Frei Betto

En tiempos prenavideños, en los que los autores plagian a Voltaire y pregonan que Dios no pasa de ser un delirio de nuestras mentes, merece la pena recordar lo que dijo Dostoievski en el siglo 19: “Aunque me probaran que Jesús no estaba en la verdad, yo me quedaría con Jesús”.

Jesús tuvo muy poca importancia en su época, excepto para el grupo de sus discípulos. Fue un hombre desprovisto de valor agregado. Le agregan valor a una persona la función que ocupa (véase a los políticos), los que bienes que tiene (véase a los ricos), los títulos que ostenta (véase a los nobles y a los académicos), su lugar de origen (nacer en París o en Nueva York es, según algunos, mejor que nacer en Santana do Capim Seco).

En tiempos pasados el lugar de origen hacía las veces de apellido. Los evangelios se refieren a Jesús de Nazaret. ¿Qué importancia tenía Nazaret, pueblo al sur de Galilea? Era una pequeña aldea campesina de entre 200 y 400 habitantes, donde se cultivaban olivos, viñas y granos, como trigo y cebada. Sus casas eran de piedras rústicas amontonadas unas sobre otras, revestidas de barro o arcilla, o incluso de estiércol mezclado con paja para favorecer el aislamiento térmico.

La existencia de Nazaret nunca fue mencionada por los rabinos judíos en la Mixná o en el Talmud, aunque en ellos se citen otros 63 pueblos de Galilea. El historiador judío Flavio Josefo, del siglo 1º, cita 45 localidades de Galilea y no aparece Nazaret. Así como tampoco figura en todo el Antiguo Testamento. El catálogo bíblico de las tribus de Zabulón enumera 15 localidades de la Baja Galilea, próxima a Nazaret, pero ésta no es citada (Josué 19,10-15).

Nazaret era un lugar tan insignificante que Natanael, invitado a hacerse discípulo “de aquel del que escribieron Moisés, en la Ley, y los profetas: Jesús, el hijo de José, de Nazaret”, pregunta con ironía: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Juan 1,45-46).

Nazaret dista un poco menos de 17 kilómetros de Séforis, que fue capital de Galilea antes de que Herodes Antipas construyera su Brasilia de la época en homenaje al emperador Tiberio César: Tiberíades, en la orilla del lago de Galilea. Es probable que José y su hijo Jesús hayan trabajado en las construcciones de Séforis y Tiberíades. Es curioso constatar que Jesús nunca se quedó en esta última ciudad, a pesar de que se le vio con frecuencia en otras localidades de la orilla del lago, como Cafarnaum. Quizás la ostentación de la capital de Galilea le causara repulsa.

La misma familia de Jesús no lo miraba con buenos ojos, como sucede con relación a los hijos que se evaden de las previsiones paternas. Según Marcos (3,19-21), cuando Jesús regresó a casa “se apiñó la multitud, hasta el punto de que no podían ni comer”. Y cuando los suyos se dieron cuenta de eso salieron para llevárselo porque decían que había ‘enloquecido’. Para la cultura de la época, enfermedad y posesión del demonio eran casi sinónimos.

Y prosigue Marcos, el primer evangelista: “Entonces llegaron la madre y sus hermanos y, quedándose fuera, mandaron a llamarlo. Había una multitud sentada a su alrededor. Le dijeron: ‘Tu madre y tus hermanos y hermanas están fuera y te buscan’. Él preguntó: ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ Y recorriendo con la vista a los que estaban sentados a su alrededor dijo: ‘Quien hace la voluntad de Dios ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’” (3,31-35).

El intento de difamar a Jesús es permanente. A fines del siglo 2º Celso, filósofo griego, escribió contra el cristianismo en defensa del paganismo: “Imaginemos lo que algún judío -sobre todo si es filósofo- podría preguntarle a Jesús: “¿No es cierto, buen señor, que usted inventó la historia de su nacimiento de una virgen para acallar los rumores acerca de las verdaderas y desagradables circunstancias de su origen? ¿No es cierto que, lejos de haber nacido en Belén, ciudad real de David, usted nació en un lugarejo pobre de una mujer que se ganaba la vida en un telar? ¿No es cierto que cuando su mentira fue descubierta, conociéndose que fue preñada por un soldado romano llamado Pantera, su marido, un carpintero, la abandonó bajo la acusación de adulterio? ¿No es cierto que, a causa de eso, en su desgracia anduvo errante lejos de su hogar y dio a luz un niño en silencio y en humillación? ¿Qué más? ¿No es cierto también que usted fue a Egipto a trabajar, aprendió hechicería y se hizo conocido por ello, hasta el punto de que ahora se exhibe entre sus paisanos?”

Vamos a entrar en el Adviento. ¿A quién esperamos? ¿A un joven ‘loco’ oriundo de una localidad insignificante o a Dios Salvador? La respuesta es sencilla; basta con mirar alrededor y preguntarnos qué importancia le damos a los actuales ‘nazarenos’: los sin tierra y los sin techo, los oprimidos y encarcelados, los funcionarios subalternos y las personas sin valor agregado. Según Mateo 25,31-46, en ellos es donde Jesús quiere ser reconocido, servido y amado. Es a través de ellos como el Dios Salvador entra en nuestras vidas.

- Frei Betto es escritor, autor de “El arte de sembrar estrellas”, entre otros libros.

Traducción de J.L.Burguet

ALAI, América Latina en Movimiento
2007-12-02